A puntes 91 netaria caótica y la restricción del comercio internacional. Frente a este cuadro de males y problemas, los firmantes británicos de la carta manifiesto escriben. Nosotros nos preguntamos si no es el origen de los desórdenes mundiales el desconocimiento del hecho de que todos los problemas de producción, distribución y consumo, de trabajo y de paro, de compra y de venta, de beneficios de pérdidas, deben ser, en fin de cuentas, gobernados por la ley fundamental de la oferta y la demanda. Sólo esta ley puede reglamentar, al fin, los límites de la producción, las necesidades de los consumidores, los niveles de los precios, las condiciones que permiten a los comerciarites ejercer su comercio con éxito y a los obreros trabajar con normalidad. Sólo hombres formados en la práctica de los negocios, en el cultivo y distribución de los productos de la tierra y en las infinitas ramificaciones que implican estos procedimientos podrán ajustarse como conviene a condiciones que cambian incesantemente, y lo harán mucho mejor que pudiera hacerlo ningún Gobierno. la vista de todos se halla que cuantas más tentativas intervencionistas llevan a cabo los Estados para intervenir en la producción, los cambios y el consumo, tanto más agravan la situación económica. Se empezó en el interior con tasas y limitaciones de cultivos, y en el exterior, con barreras aduaneras; han seguido después dificultades administrativas para el intercambio; no satisfechos los diferentes países con estos métodos, han tenido que acudir a la contingentación y, tras ella, a las balanzas comerciales compensadas, que es el retorno al procedimiento primitivo del trueque de productos contra productos.
Si este intervencionismo estatal hubiese engendrado en algún país el bienestar y el progreso, no habría