42 puntes se «Que ella me quiere, es un hecho, pero no imagina hasta donde llega de mi lado el cariño, el amor, para decir la palabra exacta. Cómo voy a sorprenderla. Con tal de que esté en la casa y me reciba favorablemente!
Nunca había ido Andrés a casa de Lisbeth. Sabía que ella ocupaba la misma pequeña habitación en que había vivido su madre desde el día en que quedó viuda. Allí, estaba al menos en compañía de dulces recuerdos. cuántas veces se complacia Andrés en ponerse a adivinar aquella casta mansión!
Llamó. Una vieja sirviente salió a abrir; se asustó ante el caballero y, sin preguntarle el nombre, corrió para adentro, dejándolo en la antesala. en esta antesala, Andrés vió sobre un sofá, primeramente con indiferencia y luégo con sorpresa que se convirtió pronto en penosa inquietud, un sobretodo de hombre, un sombrero, un bastón y un par de guantes.
Un sobretodo, un sombrero, un bastón y unos guantes. la criada que se va corriendo asustadísima. me engaño, o no estoy despierto, pensó Andrés. Pero ¿soy tonto? Lisbeth vive sola, asi me lo ha dicho. Ah, ya caigo. Su hermano, el representante viajero. De seguro ha llegado de improviso. Caramba, qué ideas tan descabelladas. Acaso Lisbeth habría podido nunca tener relaciones incorrectas. Estoy idiota. No tuvo tiempo para más cavilaciones y preguntas. Llegó Lisbeth. Sorprendióse también, naturalmente. Él defectuoso alumbrado la hacia además parecer pálida. Todo a punto para embrollar la situación.