2 Apuntes De La Tribuna. del 13 de febrero de 1935 Reportaje de Caldera Me gusta tener un palique de cuando en cuando con el Lic. don José Astúa Aguilar para llevarle palabras suyas a mi periódico, y con ese objeto me metí a su oficina. Nada de cortinajes; muebles sencillos: un escritorio lleno de papeles, que parecen revueltos por las traviesas manos de las nietecitas Margarita y Carmen; una lámpara de poco precio; pero sobre todo, libros, muchos libros, y en medio de todos ellos la figura venerable de don José con una cajetilla de cigarrillos, ya mediada, al lado del tintero y otra intacta allí cerca en espera de turno. Nos ha recibido con su habitual amabilidad y le hemos sorprendido en los momentos en que pagaba unos tomos procedentes de la Libreria Alsina. Qué libros compra don José, cuando allí en torno suyo tiene todos los Códigos, muchos diccionarios, diversos tratados de Derecho y deben barajarse las Pandectas, las Leyes de don Alfonso el Sabio y todas las obras clásicas fundamentales, en donde los Sócrates, los Platones, los Fenelones, los Maquiavelos, los Napoleones y cuantos ingenios fueron y son en el mundo se hallan en absurda camaraderia? dijo don José. Estos tomitos que me acaban de traer, sobre cuyos títulos ha puesto Ud. los ojos sin disimular ciertă sorpresa, son libros indignos de ocupar sitio en la colección de una persona de mediana cultura literaria; pero como carezco de ella, no me ruborizo de colocarlos en ringlera con los otros.
Son novelitas de Salgari, de Wallace y otros narradores de la vida urbana o de la existencia correrías de hombres que andan por los mares, los bosques,