402 Apuntes de estos tuberculosos a quienes se convierte en apestados. Son los mártires del contagionismo. Nos probará por lo demás el tisiólogo las ventajas de la altitud, de la costumbre de tener abiertas las ventanas y del método expectante que desalienta a la enferma? Sabido es que la moda hoy imperante impone abstenerse de toda terapéutica en los tuberculosos; hay que respetarles la fiebre, verles evolucionar y morir, en una palabra, cruzándose de brazos, a menos que esté indicado el neumotorax.
Guiados por estos datos, volvamos a nuestros inventores. Si a veces ofrecen un carácter original, no hay sin embargo que generalizar y creer que el desequilibrio mental sea una de las condiciones principales del descubrimiento.
Por el contrario, estimamos que un inventor puede ser un hombre perfectamente razonable, que se acomode a todas las disciplinas de la ciencia, discuta con método los problemas que aborde, experimente racionalmente, teniendo en cuenta el valor relativo de todos los factores de sus ensayos, sin que nunca se olvide de recurrir a los experimentos testigos.
Con lo que no debe conformarse el sabio si quiere hacer obra de inventor, es con las disciplinas dogmáticas de los libros, pues precisamente por conformarse a ellas los sabios oficiales no son nunca inventores.
No hay que confundir el espíritu científico que confiesa su ignorancia, que siempre duda, que sabe que sólo conoce verdades incompletas y provisionales, que siempre está dispuesto a modificar sus concepciones, con el espíritu clásico de la Escuela, que no duda de nada, que pretende saber y que sustenta principios cuyo carácter demasiado absoluto aniquila toda veleidad de investigación.