326 puntes Informados de que Barthou, al terminar su triunfante viaje, aceptaria la invitación que había recibido, nuestros amigos británicos se sintieron embargados de una profunda aprensión. Evidentemente, la única intención de Barthou era sacar a Inglaterra de su espléndido aislamiento y exigirle la promesa de una ayuda armada. Esta perspectiva encendió el fuego en todos los partidos británicos.
En los debates celebrados el 13 de julio en la cámara baja, después de que Barthou saliera de Londres, el Gobierno y la oposición compitieron en la expresión de sentimientos similares. Sir Herbert Samuel dijo. Nuestro país siente la más profunda antipatia hacia toda clase de alianzas con cualquiera de las otras potencias europeas. sir John Simon, secretario de relaciones exteriores de la Gran Bretaña, se expresó en los siguientes términos. No podemos estimular, ni alentar moralmente, ningún acuerdo con otra nación, que haga distinciones parciales en contra de un tercer país. Sin embargo, a pesar de que el Gobierno británico rehusó meter un dedo aunque este fuere el meñique en una entente, no obstante se tratara, como se trataba, de un caso puramente defensivo, no podía oponerse por completo a un esfuerzo cuyo fin era mantener la paz.
Un distinguido miembro del partido Laborista, Atlee, tuvo la inspiración de mezclar en los debates la palabra mágica que les salvó el rostro. Locarno. Dijo Atlee. Ya tenemos un tratado de Locarno en el occidente y, por consiguiente, deberíamos completarlo con otro tratado de Locarno en el oriente, teniendo