282 puntes III El que madruga come pechuga, me decia siempre una tía para sacarme de la cama. mi hermano mayor, que ya iba por el año del Liceo, me so plaba: díle que no por mucho madrugar amanece más temprano. Ayer, no madrugué ciertamente, pero pasé por el establecimiento de don Elías Jiménez a las seis de la mañana. Sólo las puertas laterales estaban abiertas. Por una de ellas ví que mi personaje estaba nada menos que barriendo cuidadosamente de un lado, mientras un muchacho lo hacía del otro. Yo que detesto instintivamente tales menesteres, me colé sorprendido, hacia don Elías y le dije. Qué es eso, Maestro. Esto es una escoba y esotro un plumero, los dos instrumentos de que me valgo primeramente cada día desde hace unos veintiocho años. Puede usted imaginarse la repercusión que un ejercicio incesantemente repetido llega a ejercer sobre una mentalidad? Una costumbre es una segunda naturaleza. y ya mi primera naturaleza tenía mucho de iconoclasta.
Lástima que antes de llegar a la Dirección del Liceo de Costa Rica no hubiera estado yo sometido a la excelente disciplina de la escoba y del plumero. Lástima que no haya llegado usted a la dictadura de la República. Lástima. Fortuna, hombre! Yo no tengo empaque para un alto cargo, ni habría tenido fuerzas para barrer y sacudir tan recio como convenía.
Pero, bromas aparte, he de declarar que este ejercicio me sienta perfectamente. Gracias a él hago la digestión de lo leído en la noche anterior. Por ejemplo. Un artículo del profesor Bordier y otro de Emilio Schreiber.