256 puntes y a pesar del alza de los salarios, no le beneficiará con poder de compra superior para aumentar el consumo, no podrá estar satisfecho. En un país que, hasta aquí, ignoraba casi enteramente el antagonismo y la lucha de clases, el Presidente Roosevelt crea este antagonismo y esta lucha, y mientras habla de una competencia leal recrudece las rivalidades, estimula las animosidades entre las diversas categorías de productores, entre regiones económicas que trabajan en condiciones muy diferentes, según los precios, el rendimiento, la mano de obra, y que, desde luego, están sometidas a la misma oportunidad, unas favorecidas, otras mal servidas, por un código uniforme arbitrario. Al mismo tiempo, exaspera la intolerancia y el nacionalismo, ya muy vivos, y las susceptibilidades locales, en un país donde las razas y los hábitos divergen tanto como los intereses; donde el clima divide lo mismo que los factores económicos; donde viven más de quince millones de individuos nacidos en el extranjero y más de veintiún millones nacidos de padres igualmente extranjeros.
La reforma bancaria y la ley sobre la garantía de los depósitos, por ejemplo, hacen soportar a los bancos sanos los riesgos de los compromisos imprudentes de las operaciones osadas, asumidas por los bancos de poco capital.
Veamos el caso de la industria textil. Potentes hilanderías se han establecido en los Estados del sur, en Virginia, en Carolina, etc. debido al buen mercado de la mano de obra, que permite en aquellas regiones una explotación benéfica.
Los salarios, en la Carolina del Norte, son inferiores en casi la mitad a los de Massachussets.
Todo este sistema no es viable sino mientras se puedan sostener los salarios mínimos. Si estos salarios