A puntes 242 Un Mensaje a la Juventud Por André Maurois Extractado de Atlantic Monthly. N, octubre de 1933.
Un cuestionario es, generalmente, algo que fastidia y que molesta; pero, de vez en cuando, lo que se nos pregunta nos induce a pensar en algo útil y provechoso. En tales casos, bendecimos al que pregunta. Tal cosa hice la otra mañana, cuando se me pidió que contestara las preguntas siguientes: Cuál es la lección más preciosa que la vida le ha enseñado? II. Qué consejo daria usted a un joven que disfrute de su estimación, para conservar el equilibrio en el trance más difícil de su vida?
Hé aquí dos interesantes problemas dignos de que se piense un poco en ellos. La adolescencia es el periodo más difícil de la vida, porque en esa edad todas las derrotas parecen definitivas. Esperemos a que el adolescente viva un poco más y entonces él mismo aprenderá la lección más preciosa de la vida: que nada es decisivo.
Los acontecimientos se acomodan por sí solos, más o menos desfavorablemente, decía Disraeli con tristeza. No es muy consolador pensar de esta manera, porque también es cierto, que muchas veces resultan bien. Más aún: muchos sucesos no traen consigo resultado alguno, o éste no significa nada.
Unas cuantas semanas pasan igual que unos cuantos meses; y de una situación que al principio parecia imposible solucionar, no queda, con el transcurso del tiempo, más que un recuerdo borroso, una imagen confusa, una triste memoria. El hombre y la mujer a quienes el correr del tiempo ha embotado los recuerdos de las más crueles vicisitudes, tienen más