Sandino

A puntes 217 Conversación De La Prensa Libre (3 de marzo de 1934)
Cada vez que visitamos a don Elias Jiménez Rojas sentimos la verdadera voluptuosidad de ser repórteres. Esta tarea del periodismo, tan aburrida y tan aburrada, como decía Pío Víquez, tiene al cabo sus recompensas. Unas veces es dura, triste, llena de baches y tropiezos; sobre todo cuando el interlocutor a quien se busca, o huye y se esconde, o dice tonterías que el repórter apenas si puede coordinar.
Pero otras veces el placer es infinito, y sólo termina cuando estamos, como ahora, frente a la máquina de escribir interpretando un sabroso y discreto pensa.
miento. Esta mañana lo hemos visitado precisamente, a don Elías, y nuestra primera pregunta para iniciar la conversación fue como sigue. Qué le ha parecido el tremendo final de Sandino. Ah. no hablemos de esto, que todavía estoy muy emocionado. Para conversar, mejor un tema lejano. El asunto de Stavisky, por ejemplo. Sí, señor, algo que me permita hacer consideraciones generales sin herir al vecino de la casa de al lado. Adelante, entonces, con esas consideraciones. No tienen nada de original. Están en el aire, como para darle razón al dicho de que no hay mal que por bien no venga. En primer lugar, tanto en Francia como en Estados Unidos y otros países, el escándalo Stavisky ha venido a llenar la medida de cuantos pedían desde hace años que se impidiera a un diputado el ejercicio de la abogacía. Se va a