A puntes 211 maestro que, como quien echa agua y más agua en un recipiente lleno, da lecciones al niño que ya no presta atención ni puede prestarla; el periodista que derrama las palabras de su artículo diario en el papel; el orador copioso que llena de las suyas repetidas y no escuchadas el aire que bosteza; el legislador que hace proyectos y más proyectos; el comentarista que hace libros con otros libros; el documentista que nos obliga a leer sus documentos sin haberlos leido él mismo o sin entenderlos del todo; todos esos, iy tántos más. practican el aforismo: hacen.
Pero el hombre que siente tener algo que esperar, porque algo espiritual se está construyendo en él, que espere; que no haga; que tenga desalquilada el alma algún tiempo siquiera, para recibir el enviado que ha de venir por su intermedio a los demás hombres; que no se apresure demasiado a exigirle el pago de alojamiento, ni siquiera en gloria; mucho menos en dinero. No será ministro quizá: pero será una persona.
Claro está que hablamos del hombre que tjene algo que esperar; no de ti, por lo tanto, hombre fatuo, que, a pretexto de creerte hombre superior, llamado a grandes cosas, no haces ninguna, ni chica ni grande, si ya no es mirarte tú mismo a los ojos, como si no tuvieras miís que ojos. No es del fondo de ellos, del amor propio, de la propia contemplación infatuada, de donde salen las revelaciones. Estas son siempre una proyección, un reflejo; nada es nuestro de lo superior a nosotros mismos, a nuestra naturaleza. La invocación es humildad; la soberbia no invoca, no espera: se basta a sí misma, y, viento pasajero, se disuelve en el viento, en la vanidad o