166 puntes cacia social el elogio sin distingos y sin límites con que los otros hombres los hemos intoxicado de vanidad y de pedantería, como algunos hombres reprochan tardíamente a sus padres el haberlos educado mal a fuerza de inacabables y cobardes complacencias.
Yo individualmente me siento libre de tal pecado; pero no lo estoy como individuo de una generación que tendrá que dar cuenta de tamaña culpa ante la Historia.
Meditemos ante todo en que son muchos deberes los del hombre y no uno solo, y en que son diferentes para cada momento de la vida y para cada uno de los rasgos individuales de nuestra estructura física y espiritual. Esta diversidad inmodificable de nuestros deberes es la razón suprema de la desigualdad, igualmente in modificable, entre los hombres. No podemos dejar pasar este punto sin un comentario, porque es esencial para la interpretación de nuestro tiempo. El sueño de la igualdad humana se basa precisamente en la fascinación de la igualdad de los derechos del hombre, que, en efecto, aspiramos a que sean los mismos para todos, grandes y pequeños, hombres y mujeres, ricos y menesterosos, débiles y fuertes, inteligentes y pobres de espiritu. Cualquiera que sea nuestra condición hemos oido decir durante los siglos pasados, todos somos hermanos y tenemos, en consecuencia, idénticos derechos a la libertad, a la instrucción, al bienestar físico, a la intervencióti en la vida pública, etc. etc. Pero ¿Y los deberes. Cómo podrán ser iguales en el atleta y en el raquítico, en el genio y en el idiota, en la hembra y en el varón, en el niño y en el patriarca de la cabeza cama? El derecho nos viene de fuera como un