A puntes 157 reventar. Tras ello viene la salud, porque el Estado no puede morir. Lo que sucede con el Estado sucede con los particulares, con la diferencia de que estos si pueden perecer. La facilidad del crédito crea una serie de apetitos que no responden estrictamente a necesidades indispensables. Si usted viene a mi establecimiento en época normal, es casi seguro de que compra lo que necesita en el momento y se retira.
Pero en épocas de abundancia de crédito, en mi interés de vender más, es muy posible que yo le detenga y le haga comprar una cantidad de objetos que usted no necesita, pero que lleva porque se los he vendido a pagar a plazos. De esa manera el abuso del crédito hace que el consumo de objetos de toda suerte sea mayor que las verdaderas capacidades económicas y es entonces cuando sobrevienen estas crisis de post guerra que son peores que la propia guerra.
Hay un viejo cuento turco que está a la moda.
Usted lo habrá oido, pero yo voy a contárselo otra vez. La salsa de un viejo para sus charlas, son sus cuentos: Un hombre, condenado a pagar cuarenta libras oro, encuentra muy dura la pena y pide que se le permita escoger entre dicha pena y otras que tenga a bien señalarle el Cadi (el juez civil. Muy bien. le dice éste escoja usted entre pagar el dinero, recibir cincuenta bastonazos o comerse un balde de cebollas.
El hombre escoge las cebollas, pero cuando ya le faltan pocas, se le revuelve el estómago y se ve obligado a optar por los bastonazos. Lo descalzan y eniprenden la paliza sobre la planta de los pies. Cuando van por el golpe número cuarenta, el hombre pide clemencia y se decide a pagar la multa primitiva.