150 puntes Las fantasías de Roosevelt colocaron en la posición más humillante a la delegación americana.
Cada vez que uno de sus miembros tuvo la temeridad de hacer una declaración que, aparentemente, concordaba con las instrucciones llevadas, recibió orden inmediata de retirarla. No es fácil, por cierto, servir a un amo que, de un día al otro no sabe lo que quiere. Pero quien más derecho tiene a nuestra simpatia es el pobre Mr. Moley. Era el jefe del trust de cerebros. cuerpo académico de profesores que Mr. Roosevelt había llamado a su servicio en consulta de las medidas a tomar para restaurar la prosperidad. Como evidentemente el Presidente tenia una flaca confianza en sus representantes en Londres, les puso «a la cola, para que se mantuviesen derechos, a su «plenipotenciario de la Inteligencias; pero el primer paso que dió el Profesor Moley ai llegar a Londres fue desautorizado por su mandatario en los términos más deprimentes. Tan pronto como MOley volvió la espalda, el Presidente Roosevelt prestó oido a otros dioses convirtiéndose en devoto adorador en sus capillas. Nunca, hasta aquí se había dado en los estrados internacionales un espectáculo de farsa más divertido.
La declaración, que mereció de Roosevelt tan hiriente respuesta, iba suscrita, hay que hacerlo notar, por todos los miembros de la delegación americana y por el profesor Moley, quien llevaba como misión no hacer ni dejar hacer nada que el Presidente desaprobase. La contestación de Roosevelt fue una bofetada no sólo para su propia representación sino también para el resto de la Conferencia. La solicitud dirigida a Roosevelt era inofensiva, su aceptación no lo habría comprometido a una estabilización monetaria.
En realidad, se le pedía simplemente participar en las