24 APUNTES María Barrionuevo y don Climaco de la Roche, todos colombianos. Las Fábulas de Samaniego eran nuestro libro de lectura, corriendo el peligro de no aprender.
a leer, porque la cadencia del romance encomendaba a la memoria la mayor parte de aquellas lecturas.
Sin embargo, aquella educación que parecía literaria, aparejaba las Matemáticas, la Geografía e Historia, sin descuidar los ejercicios físicos, baños de natación, etc. de manera que los alumnos del Instituto tenían bases amplias para entrar en los estudios superiores con el licenciado don León Fernández, que fue seguramente uno de los hombres de cultura más amplia que ha tenido Costa Rica y quizá la América Central.
Alajuela ha sido la tierra de todos: allí hemos visto un Gobernador cubano; el Director del Instituto portorriqueño, más adelante argentino; profesores españoles; Comandantes de cuartel ecuatorianos; médicos del pueblo guatemaltecos; Hermanas de Sion francesas, como directoras del primer colegio de monjas y Escuela Pública de Mujeres; Curas de nacionalidades diversas, sin que jamás se haya levantado una protesta lugareña.
El primer templo masónico que vimos estaba en la casa que fue de un sacerdote católico, como si aquella tierra privilegiada fuera un centro de tolerancia cosmopolita. No obstante tales manifestaciones que parecieran de un pueblo sin patria y sin hogar, ha producido un Gregorio José Ramírez, un Juan Santamaría, un Juan Alfaro Ruiz, tipos acabados del nacionalismo más puro y desinteresado que registran las páginas de nuestra historia.
Al terminar el segundo año del Instituto, en noviembre de 1880, decía el licenciado don León Fernández. Nada puede ser más grato para todos aquellos que se interesan por el progreso moral e intelectual de Ala