Elías Jiménez Rojas

414 puntes Con don Elías Jiménez Don Elías parece que mira por encima de las antiparras, y sin embargo, no lo hace. Es un fenómeno de óptica reporteril. Le larga el reportero la pregunta y se queda agazapado. Hay un lento silencio que llena de ansiedad. Por fin, don Elías habla. Podría responder a Ud. con dos palabras, pero una respuesta breve es siempre desagradable para un periodista. Voy, pues, a diluirme.
El repórter no contesta nada. Se queda quieto.
Quiere fumar, pero no fuma. Yo soy positivista. El positivismo político no difiere del positivismo filosófico de un Taine o de un Claudio Bernard. Este positivismo es modesto: sabe esperar: siempre espera, no cruzándose de brazos, sino prosiguiendo con empeño la rebusca de la verdad. No la verdad lejana, sino la verdad próxima: la verdad accesible. Este positivismo se abstiene ante los grandes problemas: se aplica sólo a los pequeños a los que le parecen fáciles, gracias a la capacidad que posee para resolverlos. Paso a paso va haciendo su cadena: si le falta un eslabón, no lo inventa, se detiene a buscarlo. Este positivismo se limita al reconocimiento de los hechos y al establecimiento de las reglas de acción deducidas lógicamente de estos hechos. Ahora bien, el hecho que se me impone, en relación con la pregunta de Ud. es el siguiente: toda campaña política en la cual los ciudadanos no se mueven «por su propia cuenta, y según sus convicciones, es una campaña fundamentalmente mala. Ud.
dijo el otro día que yo no acertaba a distinguir el barro del cristal. Agregue hoy, que no acierto a comprender cómo puede hablarse públicamente de una