408 puntes ya que el filósofo tenga genio, requiere en cambio, una labor mucho más prolongada, un esfuerzo mucho más penoso que si se tratara simplemente de construir un sistema metafísico con la dialéctica por instrumento y las imaginaciones por material. Pues el método filosófico, tal como yo me lo represento, comprende dos momentos, implica dos acciones sucesivas del espíritu. El segundo momento, el acto final, es el que yo llamo intuición; un esfuerzo muy difícil y muy penoso, por medio del cual se rompe con las ideas preconcebidas y con los hábitos intelectuales hechos, para colocarse simpáticamente, sintonicamente en el interior de la realidad. Mas antes de que sobrevenga esta intuición, que es la operación propiamente filosófica, es necesario un estudio científico de los contornos del problema. Ahora bien, esos contornos pueden ser de los más inesperados. El que emprende una cierta dirección filosófica, no puede saber de antemano cuáles van a ser los problemas cientificos que encontrará en su camino, y que deberá profundizar para seguir adelante. Podrán ser problemas de mecánica, de física, de biologia, de sociología, de una ciencia cualquiera. Pero ¿y si no es matemático o físico, o biólogo, o sociólogo? Tendrá que llegar a serlo. Eso no se hace en un día. Cierto que no; eso puede exigir años; pero el filósofo consagrará a ello los años que hagan falta. El lastre de la sabiduría de hombre alguno no ha limitado jamás el vuelo del pensamiento. La intuición fecunda, el momento de gracia, jamás ha favorecido a quien no estaba listo. Charcot decía. En realidad es la inente la que vive y ve las cosas; no obstante, difícilmente ve nada sin instrucción preliminar. Pasteur fijese bien que cito nombres de innovadoresse resumía así. En el campo de la observación, el