A puntes 407 «En vez de hacer uso de tablas de piedra, visiones y sueños, el Señor brinda hoy al hombre el microscopio, el telescopio, el espectroscopio y el tubo de ensayos químicos para que se halle en situación de descubrir por sí mismo los misterios de la vida. Vuestra Excelencia debe de haber llegado ya a la conclusión de que habéis hecho una terrible mescolanza de las cosas. Tal es la reacción espiritual que deseaba yo provocar. En opinión del biólogo, la única esperanza de escapar de esta confusión es que, con nueva visión espiritual de la política, rindáis obediencia a los dominantes preceptos del nuevo decálogo de la ciencia, brotado del moderno Sinai: el laboratorio. El trozo de Uxlux relativo a la intuición y a la inspiración afea verdaderamente el artículo de que estoy hablándole. La palabra intuición tiene un sentido propio en las ciencias: el sentido que el mismo Bergson, el apóstol del intuicionismo, ha acabado por reconocerle. Oiga Ud. a Bergson. Estas palabras son del bellísimo discurso que hizo en la Residencia de Estudiantes de Madrid. El filósofo deberá resignarse, como el hombre de ciencia, a no estudiar más que un corto número de puntos, a no plantear más que un corto número de problemas; sólo con esta condición obtendrá resultados duraderos. Otros filósofos continuarán su labor.
Asi la filosofía, como la ciencia, se hará en colaboración, y progresará indefinidamente, en lugar de tejerse y destejerse sin cesar como la tela de Penélope. La unidad de la filosofía ya no será la de una cosa hecha, como la de un sistema metafísico; será la unidad de una continuidad, de una curva abierta que cada pensador prolongará, tomándola en el punto en que otros la dejaron. Pero la filosofía así concebida, si no exige