406 p u t es siempre. Trabaja mientras el reportero habla. Habla como una victrola que tuviera una desesperante cuerda sin fin. Ha visto usted, don Elías, las glosas de Panurgo?
Se detuvo el lápiz. Se detuvo el mortero. Cuando hay algo trascendental, don Elías se despoja de la gorrilla sin importancia que lo cobija. Se le encienden los ojos. Viene hacia el repórter, que conserva su misma posición de «execrable pasajero de tranvía. Quién es el que hace las glosas de Panurgo?
Me han gustado las glosas. Por esto le pregunto quién es. Debe de ser joven por la galanura del estilo y por el candor con que habla del «nuevo evangelio que exaltan biólogos como Stoddard y Wiggman. Los jóvenes se imaginan que todo es como ellos, nuevo.
Ese evangelio tiene cerca de sesenta años. No hay en él tal vez una palabra que no fuera dicha por Darwin. Me parece también joven porque habla de la intuición y de los laboratorios científicos, en términos no meditados largamente. Compare Ud. Dice Uxlux. El laboratorio y la dosificación droguística, crean en la mente una costra de rutina, una visión limitadora que arrastra siempre al individuo hacia las fórmulas fáciles y primarias. Esto último es bastante cierto; pero ¿qué mal hay en las fórmulas fáciles? La selección natural, de que trata Uxlux. no es acaso una de las admirables fórmulas fáciles? La primera parte de la afirmación que cito de Uxlux, es en cambio falsa completamente. Qué son los laboratorios. De dónde salen todas las novedades, las únicas novedades que conocemos los hombres? Compare, amigo, con lo que dice Alberto Eduardo Wiggman en su famosa «Carta de un biólogo a un estadista» que reproduje ya hace diez años: