A puntes 395 el remedio, yo espero. optimista siempre, el retorno de los buenos tiempos, con el próximo abandono de los sistemas y procedimientos que nos apartaron de las normas de la libertad, y con la corrección de los errores que nos hizo cometer la adversidad.
Alienta mi optimismo la sucesiva declaración, en estos últimos meses, de estadistas y economistas en pro de un cambio de frente que haga imperar las condiciones económicas invertidas desde la Guerra.
En reciente conferencia, Joseph Caillaux, al hablar de las restricciones del comercio y del peso de las deudas, se pronunció en estos términos. Cuando los capitales disminuyen, hay que exportar mercaderías, y como por doquiera se elevan barreras aduaneras, tropezamos con imposibilidades. La esencia del problema consiste en la supresión de las deudas, sobre todo teniendo como tenemos el convencimiento de que nunca serán pagadas. Siendo asi conviene hacer de necesidad virtud. No veo más que una solución económica: la esponja en la pizarra. M. Schoeber, canciller de Austria, dice por su parte. Es evidente que el saneamiento económico será imposible sin un desarme aduanero que debe preceder a cualquier medida, ya que las luchas aduaneras fueron la causa principal de nuestras actuales miserias. Cambó clamando contra toda legislación coactiva nos recuerda que «En Alemania, cuando se inició la caída del marco, se acudió a la legislación coactiva para evitarla. El resultado no fue otro que estimular ia evasión y precipitar el hundimiento de aquella moneda. En Francia, la terrible depresión del franco, en 1926, fue estimulada por la legislación coactiva contra la evasión de capitales, que trocó en torrentes lo que sólo había sido un arroyuelo. Cómo consiguió Poincaré