A puntes 393 absoluto, ciertamente, pero atemperado por aduanas de carácter más fiscal que proteccionista y por tratados comerciales, entre las naciones, a largo plazo, que suavizaban el rigor de los derechos fiscales y daban seguridad de permanencia a las condiciones que regulaban el intercambio.
Teníamos, entonces, monedas estables que garantizaban la fijeza del valor de los artículos y la facilidad del movimiento de los capitales, Sin las estúpidas leyes que en otras épocas tasaron el interés del dinero y el precio de los artículos, la banca universal ofrecía sus capitales a tipos tan bajos de interés como no llegaron a soñar los gobernantes que fijaron inútilmente el tanto de la renta permisible, y el comercio cedía los más ricos productos de la tierra y de la industria a precios al alcance de los más bajos salarios y de las más modestas rentas.
El mundo presentaba el aspecto de una laboriosa colmena, en la cual el trabajo abundaba y la miel alcanzaba para todos los trabajadores, sin desperdicios ni mezquindades.
Desde la Guerra todo cambia, y al cambio preceden el abandono de las antiguas normas, el desprecio de las leyes económicas y el entronizamiento del empirismo en el Gobierno, en el Parlamento, en la Prensa y en el Público.
Contra el ejercicio de la libre actividad profesional del individuo se levanta el Estado, gran empresario por cuenta propia, o regulador e interventor de las empresas privadas.
En contra del intercambio mundial, se levantan, cada vez más aitas, las murallas aduaneras, se crean otras que no existían, como las de las nuevas naciones nacidas en Versalles del, desmembramiento de antiguas grandes áreas económicas.