378 puntes bre todo al pensar que ello no trae como consecuencia nada más que una desmedida en ciertas leyes arancelarias. Don Elías corta el pensar con su charla que enhebra a continuación. peor que esta mania de balancear las cosas más materiales, prescindiendo completamente de otras que no por ser invisibles para los tenedores de libros, pesan menos en la balanza de la vida nacional, peor, digo, es la insania proteccionista. Con perfecta lucidez exclama Mussolini. Las industrias entecas que no sepan vivir sin aranceles encarecedores, que se marchen, que se cierren. Yo voy al campo y en el campo encontrará Italia su antigua grandeza. La cita de Mussolini da pie al repórter que en forma tan elocuente venía pensando en picar a don Elías. Ha sido él quien trajo a la escena la figura del Duce. No es preciso lucubrar mucho para entrar de lleno en la conversación. La pregunta está cayéndose de los labios. Le gustó, don Elías, nuestra publicación de anteayer?
Comprende la intención de la pregunta y sonríe. Si me gustó. Usted, señor repórter, no se esperaba tal respuesta. Confiéselo. Su pregunta era para picarme.
El repórter piensa que está en descubierto. Si supiera usted que frente a Mussolini no soy neutral y que me inclino más bien del lado de la admiración! Aunque se contradiga, es siempre un buen placer escuchar a un hombre de talento. Creo, don Elías, que no es defecto contradecirse. Es signo de reparo o de cambio de marcha, cuando ello no afecta principios inconmovibles, sino opiniones modificables. Es único el caso de Mussolini en la contradicción. No ha habido otras?