Que 353 puntes mados de una velocidad casi igual a la de la luz, o sea una velocidad 10. 000 veces más grande que la mayor lograda por los físicos en sus tubos de Crookes.
Si tales batallones llegaran a nuestro suelo, la vida sería destruida y todo sería cambiado. Pero los electrones solares son desviados por el campo magnético del globo terrestre; sus trayectorias son moldeadas según las líneas de fuerza del gran imán terrestre.
En su nuevo forzado camino, los electrones solares encuentran las moléculas de los gases de la alta atmósfera y producen dos fenómenos sumamente interesantes. Unos electrones chocan contra las moléculas de la alta atmósfera, como si éstas fueran anticátodos, y este choque da origen a los «rayos cósmicos que descienden en todo momento y de todas las direcciones, aun del lado opuesto al sol.
Otros electrones solares no chocan contra las moléculas atmosféricas; son simple y ligeramente desviados en su vertiginosa carrera, pero producen, por inducción eléctrica sobre dichas moléculas, una ionización atómica, arrancándoles electrones, y estos electrones, llamados electrones secundarios, libertados de sus prisiones atómicas, son aspirados por el campo magnético terrestre. El trayecto de estos electrones secundarios, terrestres, a través de nuestra atmósfera, va señalado por una luminiscencia tranquila, comparable a la de un tubo de Crookes, y llamada luz polar o «luz de la noches (así decimos nosotros. La noche negra no existe. La luz de la noche se percibe en todas las latitudes; varía de minuto a minuto y aumenta de intensidad a medida que el observador avanza del Ecuador hacia los polos.
Cuando el sol es teatro de efervescencias insólitas (o tempestades. que perturban hasta nuestras comunicaciones telegráficas y radiográficas, la afluencia