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242 puntes por donde quiera las muestras de una lucha que bien cerca estuvo de acabar con esa dilatada labor común que iniciada por Carlomagno, hace ya doce siglos, ha continuado su desenvolvimiento paralelo, en ambos países, no obstante la fatal rivalidad.
El reportero leía en alta voz. Al llegar a este punto, el Dr. Castro Cervantes, con voz suavísima, explicó que así como para unos la Revolución Francesa es el período histórico predilecto, para otros la Reforma, para otros, en fin, otros períodos, él tenía por la época de Carlomagno simpatía especial. Su lectura durante el viaje de regreso había consistido en buena parte de obras recientes sobre ese tiempo. Carlomagno, en su afán civilizador y cristianizador, había querido mezclar la sangre de los pueblos de su imperio, y hoy, Francia y Alemania están pobladas por pueblos no diversos sino de sangres en gran proporción fundidas de los mismos elementos. Siguió leyendo el reportero. Sólo la Exposición Colonial de Francia valía la pena de hacer el viaje que hice. Bien se comprende que para toda persona interesada y atenta en el progreso, el poder contemplar, a los doce años apenas de la tragedia más grande de todos los tiempos, el esfuerzo de un siglo de ensayos en materia de colonización, era cosa digna de verse para ensayar de comprenderla y asimismo poder admirarla. Pues fue en efecto con el desembarque de las tropas del General de Bourmont que principió en Argelia la constitución de ese imperio francés cuya grandeza deja corta toda hipérbole, ya que del antiguo el de Luis XIV y sus sucesores no quedaba, al terminarse en