A puntes 237 cuenta libras anuales. Estas cifras indican sin lugar a dula que la carne como artículo alimenticio va disminuyendo en el régimen alimenticio de los costarricenses y que la sustancia nitrogenada por excelencia de la alimentación, se va haciendo día a día más escasa en la mesa de nuestros hogares.
Esta tendencia que en mi concepto es nefasta para la salud y la nutrición adecuada de nuestros habitantes, indica también, no hay ningún dato estadístico para suponer lo contrario, que la leche, los huevos y el queso, deben de guardar en el consumo nacional, un paralelismo con el de la carne. Todo está, pues, en buena lógica, para creer que la alimentación nuestra se inclina del lado de las materias hidrocarbonadas, que aun cuando es verdad que por su valor calórico sostienen el metabolismo de nuestros habitantes, contribuyen en mucho al aumento de los trastornos fermentativos gastrointestinales. Es por esto por lo que los casos que presentan el SINTOMA ESPRUE, se hacen cada vez más frecuentes en Costa Rica. Este fenómeno puede comprobarlo cualquiera nuestros médicos que recorra en esta misma mañana, las salas del Hospital de San Juan de Dios, en donde encontrará sin duda multitud de pacientes que bres de parásitos intestinales, están sin embargo doblegados por la anemia, atormentados por las descargas explosivas de sus diarreas matinales y, como espejo del estado atrófico de sus órganos gastrointestinales, presentan una lengua lisa y rosada. Si por una mala e imprudente política económico fiscal se va a encarecer en los próximos dos o tres años la carne y a determinar lógicamente la disminución de su consumo, debilitando nuestro régimen alimenticio, debe tencrse muy presente