A u ntes 211 El buen reportero y el buen corrector de pruebas deben pagarse a precio de oro. Los reporteros son de dos categorías. Son de muchas, pero yo no estoy pensando más que en dos. De primera categoría son aquellos que siendo ellos mismos escritores ilustrados, saben elegir en cada caso a las personas competentes, saben hacerlas hablar y saben luego embellecer las conversaciones y ponerlas en marco original, interesante y adecuado. Estas cosas son dificilísimas.
Usted que es profesor no ignora que es más fácil responder bien que preguntar bien. una pregunta bien hecha, cualquiera responde acertadamente: SI. NO, o algo que está entre sí y nó, en el peor de los casos. Son de segunda categoría, segunda en orden de enumeración, aquellos reporteros que podrían llamarse fotografos por la naturalidad con que presentan al entrevistado. Memoristas maravillosos, reproducen fielmente las conversaciones, y si añaden algo es tomándolo de alguna conversación anterior del propio personaje visitado. Los personajes visitados son de muchas clases, pero yo los reparto en dos. La primera es inmensa: comprende a los catedráticos, altos políticos, grandes banqueros, grandes industriales, inventores, etc. que voluntariamente no escribirían para los diarios. Naturalmente, estos personajes no se dejan visitar con frecuencia y no hablan sino de las cosas que conocen bien. El relato de las entrevistas tenidas con ellos es devorado por el público, que es siempre mejor juez de lo que se piensa, y que en este caso acoge también con gusto los retratos y los elogios acostumbrados. La segunda clase la constituyen personajes que en realidad son periodistas de alma, pero que hacen como si