A u t e 187 Pero. cambiemos de cilindro si no es mucha molestia. Muy bien. Hablemos de la crisis, que es como hablar del mal tiempo. Es el tema obligado y, por lo mismo, nadie habrá de inculparnos por los lugares comunes en que incurramos. La crisis económica de Costa Rica, al igual de la de cualquier otro país, tiene su causa y sus causas. No tratemos de la causa general, porque no habríamos de entendernos. Los liberales sostenemos que la miseria moral es la causa primera de todas las miserias, mientras los colectivistas sostienen lo opuesto, o sea que la miseria económica es la causa de la miseria moral. Ellos, según la frase. conocida de Schaefle, hacen de la cuestión social una cuestión de estómago. Dejemos también de lado las causas externas, que nosotros no podemos dominar. Hablemos, pues, de las causas internas y, puesto que hablamos para La Tribuna, refirámonos a una de ellas, muy importante, negada sin embargo por el señor Presidente de la República: me refiero a la mala administración de las rentas nacionales y a la consiguiente desconfianza con que el país mira a sus administradores. Con esta desconfianza, no hay salvación posible para el Gobierno, pues no hay manera de que tributen quienes pueden tributar. Es una candidez o una baladronada imaginarse que exista medio legal de crear a la fuerza contribuyentes directos.
Es posible obtener entradas por un cuarto de hora arrebatando a los ciudadanos sus haberes y destruyendo la riqueza privada fuente única de la riqueza pública. pero es absolutamente absurdo pretender que los agentes de la riqueza privada trabajen con regularidad, produzcan y se sacrifiquen por el Estado, sin confianza alguna