Elías Jiménez Rojas

186 punt es De La Tribuna de 27 de Octubre ¿Por qué se nos ocurrió visitar ayer a don Elías Jiménez en el complicado rincón, químicamente intimo de su oficina? No lo sabemos. El secreto instinto del periodista nos llevó hasta él, sin haber hecho examen de consciencia con la debida antelación. Porque sin ánimo de modestia, hay que preguntarse, antes de entrevistar a don Elías, si la capacidad intelectual del repórter, está entrenada para percibir la expresiva frase suya, y sobre todo la intención precisa de sus palabras.
Pero el hado de la casualidad nos condujo hasta su rincón, en el momento psicológico, o como dirían los románticos y destinistas en el cuarto de hora. Qué suerte, encontrarle a usted en su escritorio!
Por qué, suerte? Acabo de llegar de un entierro y me he sentado a descansar, mejor dicho, a meditar, no en la muerte, en el malgasto de los entierros. Lo que se disipa en flores! Con menos de la mitad habría para costear un acompañamiento musical que diera particular carácter artístico al desfile y que le diera seriedad evitando en gran parte las conversaciones inoportunas de los invitados. En su testamento podría cada quien manifestar sus preferencias. Yo pediría para mí la gran marcha de Tannhauser. Hombre, no se ría. Otra cosa que me repugna mucho es eso de los caballos cargados de adornos que van adelante ensuciando el camino y abriendo la procesión. Ya es hora de darles de baja. Para eso están los automóviles.