138 puntes cosas; pero sus afectos intimos de familia dejan caer sobre él mucho perdón y mucha luz; y su amor a Costa Rica, entendido al modo de su naturaleza indómita y extraña, lo presenta ahora a nuestros ojos envuelto en una aura de doliente simpatía. tampoco era todo pecado y culpa en derredor de Pelico, ni todo era gloria y luz en el campo de sus adversarios; porque si de un lado había justificaciones, también las había del otro; si de un lado había impurezas, las había en el otro también. El tiempo hablará, cuando sea tiempo. El tiempo da colorido a muchas cosas, al paso que a otras las deslustra y afea.
Pelico pertenece a nuestra historia, puesto que, de un modo o de otro, escribió un día con fuego una de sus páginas. Las cóleras de un momento dado lo quisieron borrar de una plumada de nuestros anales; pero no es posible destruir lo que existió; y allí está su figura incrustada en la memoria de nuestro pueblo, sin que haya nada en el mundo que pueda arrancarla de allí. Su mismo retrato figurará más o menos tarde en la galeria de nuestros presidentes, porque fue presidente conforme a las normas de nuestra constitución; porque borró el pecado original, que no era sólo suyo, con el óleo de la voluntad de los pueblos, como lo borraron otros mandatarios americanos en iguales o parecidas circunstancias. Lo que lo perdía, fue su misma idiosincrasia; se dejó caer en el despeñadero del autoritarismo, y se enajenó, con la misma rapides con que lo había ganado, el favor popular. Los pueblos no quieren amos, ni les son menester; lo que necesitan son guías prudentes y sabios que los lleven a través de las arenas del desierto. La musa de la historia hur gará en los hechos consumados, sin que en ello ponga amor ni odio, y explicará a los hombres la génesis oculta y secreta de