134 Þ un tes Uno de los artificios del poder consiste en representar siempre la legislación, el gobierno y el manejo de los negocios como un cargo muy difícil, y la muchedumbre lo cree, porque da crédito con bastante docilidad a lo que se le repite. los depositarios del poder ganan en ello, pues se dan la importancia de ingenios profundos por el mero hecho de que están encargados de tan arduas funciones.
Hay que notar en su charlatanismo que al paso que establecen el principio, combaten con todas sus fuerzas su más rigorosa consecuencia. Si el ejercicio del poder requiere tanta capacidad. no es claro que debiera confiarse al más capaz? Los dueños del mundo están muy lejos de consentir en ello. Cuando se complacen en hacerse admirar, hablan de los obstáculos que tienen que vencer, de los escollos que evitan, de la perspicacia, de la prudencia y de las luces superiores de que deben estar dotados.
Pero cuando venimos a concluir que es preciso averiguar si en efecto poseen esas grandes luces, esa perspicacia y prudencia, entonces toman otra actitud, afirmando que el gobierno les corresponde, cualesquiera que sean los límites de sus facultades: que es su propiedad, derecho y privilegio.
Ténganse leyes positivas (dando a esta expresión el sentido en que la emplea el marqués de Mirabeau, las que se limitan a la conservación. porque no puede existirse sin ellas. Abstengámonos de leyes especulativas, puesto que no son necesarias.
Deséchese, sobre todo, con gran cuidado el pretexto común de todas las leyes de esta última especie: la alegación de la utilidad. Admitida una vez, caeremos a pesar de nuestros esfuerzos en todos los inconvenientes inse