A un tes 121. Sí, decía yo, lo que me disgusta en la sociedad presente no es precisamente los sufrimientos materiales que un régimen mejor podría dulcificar, sino las miserias morales que fomentan el estado de lucha y una monstruosa desigualdad.
El trabajo debiera ser una función y una alegría, y no es frecuentemente más que una servidumbre y un sufrimiento. Debiera ser el combate de todos los hombres unidos contra las cosas, contra la fatalidad de la naturaleza y las miserias de la vida, y sólo es el combate de los hombres entre sí, disputándose los goces por medio del engaño, oprimiendo a los débiles y realizando todas las violencias de la rivalidad ilimitada. Aun entre los que llamamos felices, apenas si anida la felicidad, porque los han cogido con sus dientes las brutalidades de la vida; ni siquiera tienen el derecho de ser equitativos y buenos so pena de ruina. y en este estado de universal combate, los unos son esclavos de su fortuna como los otros lo son de su pobreza! Sí; arriba y abajo el presente orden social sólo engendra esclavos, pues no pueden llamarse hombres libres los que no tienen tiempo ni fuerza de vivir por los elementos más nobles de su espíritu. si miráis hacia abajo. qué pobreza, no digo ya en los medios de vivir, sino en la vida misma! Veo esos millones de obreros que trabajan en las fábricas y en los talleres: ningún derecho tienen en esas fábricas y en esos talleres. No tienen ningún derecho sobre la máquina a que sirven; ninguna parte de propiedad en las inmensas herramientas que la humanidad ha forjado pieza a pieza: son extranjeros en el reino del poder humano: son casi extranjeros en la civilización humana.