Communism

98 puntes de la vida, y llega a cautivarnos. Cuanto más la adoramos, tanto menos amamos a los otros. Todo lo que con ella no está enlazado, pierde a nuestros ojos algo de su prestigio, hasta los mismos que nos engendraron. Por ella vemos, bajo su influencia obramos.
Es ya entonces estrecho el círculo de nuestra fraternidad; lo será mucho más en cuanto lleguemos a ser padres.
En los hijos se concentra el amor del hombre con doble fuerza que en la esposa. El deseo de proteger su desenvolvimiento físico, el de educarlos, el de hacerlos sucesores, no tan sólo de nuestro nombre, sino también de nuestras aspiraciones e ideas, el de elevarlos sobre el nivel de nuestra generación aun a nuestro pesar, fomenta en nosotros el egoísmo. El padre quisiera que sus hijos fuesen en todo los primeros; envidia la superioridad de los de su vecino.
No sin razón todos los fundadores de órdenes monásticas han excluido de las comunidades la familia y levantado entre ella y los anacoretas los silenciosos muros del claustro. No sin razón la Iglesia católica ha impuesto el celibato a su clero. No sin razón Cristo, que deseaba fijar en Dios las miradas y los sentimientos del hombre, ha prometido grandes recompensas al que dejase por él su familia, y ha preguntado con énfasis al que le hablaba de la suya. Quiénes son mi madre y mis hermanos?
La fraternidad universal y el amor a la familia están uno de otra en razón inversa; ni sabemos como lo han podido llegar a desconocer nuestros modernos comunistas.
Contestarán, no lo dudamos, que este antagonismo es hoy debido a la lucha de los intereses generales y personales; que, indentificados unos y otros, lejos de