A puntes 81 se decidió por la afirmativa: el hombre es esencialmente libre. Para explicar las limitaciones evidentes de la libertad, aceptó la idea de una Justicia Eterna. Para hacer efectiva la responsabilidad, aceptó la idea de la reencarnación. Pero, avanzando así de grado en grado, llegó al punto capital de la biología. Para que el hombre sea libre, es preciso que su sensibilidad no sea mecánica, y para que no sea mecánica es preciso que sea completamente diversa de lo que llamamos sensibilidad en los animales y en las plantas. Esta última sensibilidad nos engaña, dice Colins: sólo el hombre tiene consciencia de la propia existencia: sólo el hombre es realmente sensible.
Tal conclusión choca abiertamente contra la convicción más o menos definida del hombre llamado corrientemente hombre de Ciencia: Darwin o Berthelot, por ejemplo.
El hombre de ciencia, sin meterse en honduras, dice sencillamente: si la sensibilidad de un perro, gr. es totalmente mecánica. quién me asegura de que no suceda lo mismo en el caso del hombre? si en la sensibilidad del hombre hay algo que no sea mecánico ¿dónde está la demostración de que este algo no exista también, así sea en grado mínimo, en todos los seres vivientes? El que una hipótesis sea conveniente o necesaria para resolver a nuestro antojo el gran problema de la filosofía, no constituye prueba de la verdad de esta hipótesis.
Pasando a lo que se llama el problema económico que no puede resolverse sin haber resuelto previamente el problema filosófico, Colins nos coloca en un callejón sin salida. En una época de ignorancia del derecho, como es según Colins la época en que vivimos desde que vivimos, es preciso una tiranía para guardar el orden