72 Apuntes heroicas que, como escapadas de la heráldica, se cernieron un día sobre el cono del Puracé, pero los pájaros mecánicos hacen sonar sus alas de hierro sobre la cabeza de Pedro Felipe. El paisaje de Belalcázar, manchado ya por el humo de los motores, aún podrá ofrecerle rincones de la égloga antigua, ese ambiente de la Geórgica Cristiana que ha pacificado, en largos años de deleite, los sabios párpados del abuelo.
El niño empezará a descubrir el universo. Un día, armado de una barra de jabón y de una jofaina, emitirá burbujas de color que se llevará el viento y desbaratará contra los muebles. Otro día, sobre libros de imágenes, adquirirá nociones panorámicas. Bajo sus dedos bailarán la zoología y la botánica en violentas siluetas de tigres y de espinos. El cosmos sonreirá ante el chiquillo con los colores del arco iris y la cola del pavo real. Esa será su primera lección de estética. Valencia vigilará todo ese aprendizaje maravilloso.
Un día Pedro Felipe, como todos los nietos que desde el principio del alba histórica han renovado la carne y la angustia de los abuelos, le dirá al poeta. Abuelito, cuéntame un cuento. Quién será el relator de esas historias? El relato fluirá de los labios sapientes como el agua de un río cristalino. Habrá historias de lobos y de bandidos, historias de brujas y de hadas, historias de ciudades e historias de amor. Como en los tiempos de Silva, el Gato con Botas sucederá a Caperucita. Valencia se escuchará a sí mismo, esforzándose por atrapar toda la música del pasado y después, cualquier día, con la voz en sordina, llamará al niño. Ahora, Pedro Felipe, cuéntame un cuento.