A puntes 59 Pocas cosas son tan interesantes como retroceder para recordar los sucesos de los últimos cien años y ver cuán naturalmente, cuán inevitablemente, todos estos acontecimientos habían de producir las condiciones que confrontamos hoy. Forman una revolución pacífica del tipo más extraordinario y trascendente. Cuando la traemos a nuestra atención, familiarizándonos con sus diarias evidencias, quizás puedan parecernos sucesos sin importancia, triviales o superficiales; pero en la realidad son hechos profundamente importantes, que han pasado con la grande naturalidad de lo inevitable, mostrándonos el mundo externo y la naturaleza humana tal cual son. Al ponerse en evidencia esta nueva evolución, se vió inmediatamente que los intereses de los Muchos, de las masas, estaban siendo indebidamente dominados por los intereses de los Unos, de los individuos como tales. Los que observaron el fenómeno, insistieron en que alguna forma debía descubrirse, en que alguna nueva organización económica, social o política, debía limitar su actividad, restringir su posesión y su poder material en defensa de los intereses de los Más. Fue entonces cuando los hombres comenzaron ellos mismos a preguntar con ardor con inteligencia si no pudiera hallarse la manera de volver al sistema económico, social y político que había edificado la antigua Grecia y que había estado predominando elevada y provechosamente casi unos dos mil quinientos años. Precisamente, hace un siglo más o menos, esta cuestión que ahora planteo llegó a ser exacta y claramente definida en la mente de los hombres que formularon alternativos planes de organización social y económica, dándoles sus nombres a esos planes.
Estos planes análogos, aunque diferentes en muchos