A puntes 57 al individuo mucha importancia, tanto sobre cosas del espíritu humano como sobre el carácter, como sobre su salvación y sobre su inmortalidad. El Extremo Oriente poco o nada conoció de esta tendencia y no pudo simpatizar con ella. Las creencias religiosas prevalecientes y los filósofos predominantes en los pueblos orientales uniformemente realzaban la masa, los muchos, no ofreciéndole al individuo ninguna apreciable proporción de la importancia que el mundo occidental le daba. Cuando el cambio se produjo, naturalmente, fue en el mundo occidental donde se sintió su influjo, hallando en el mismo mundo occidental oportunidades conducentes a crear el nuevo espíritu de revolución.
Bajo los impulsos de las nuevas relaciones comerciales y del nuevo orden industrial, los hombres comenzaron a congregarse en las grandes ciudades. esta concentración se debió el alto desenvolvimiento y el más alto crecimiento del comercio que el mundo ha conocido. En vez de viajes accidentales de tierra a tierra o de mar a mar, en vez de la empresa especuladora y riesgosa de embarcar mercancías de una parte a otra de la tierra, surgieron el espíritu de colonización y las rutas comerciales.
Se inventaron los bancos y con ellos el crédito, ese gran instrumento de la vida económica moderna. El hombre comenzó entonces a especular. Crédito significa que el que lo recibe ha hipotecado su futuro. Se comienza a vivir de lo que se tiene la esperanza de poder hacer. Esta condición, este estado mental, introdujo en el mundo occidental una nueva variedad de impulsos. Con estos hechos y en estas condiciones, la acometividad individual y el deseo individual por el éxito, comenzaron a multiplicar sus fuerzas y su poder, buscando expresión material en