A u t es 55 ción, a fin de poder fijar nuestra atención sobre cómo se manifiesta en el campo de la vida cotidiana en nuestros mismos días y sobre nuestra generación.
Cuando las sociedades humanas se hallaban aún en su infancia, cabía presumir que los Más, el grupo, la masa, lo fuera todo; y que el Uno, el individuo, no fuera, en cambio, ni tan importante ni tan sobresaliente. Parece lógico igualmente que entonces, desenvolviéndose el Uno, el individuo, con naturalidad y facilidad, separadamente de la masa común, de los Muchos, así como crecía, fuera diferenciándose más y más de sus compañeros, hasta lograr características propias, modos individuales de ocupación y de entretenimiento, gusto personal, personales intereses, y, por último, empresas propias. En este lento camino, fué naturalmente creándose en el individuo el espíritu de guía, de jefatura, de dirección, imponiéndose sobre otros y haciendo sentir firmemente su personalidad en medio de todos. En algún momento y de algún modo, durante este largo proceso, la noción de la posesión, de la propiedad, surgió. Pudiera muy bien ser que ese espíritu de posesión, de propiedad, fuera un producto de la vida familiar y que creciera primitivamente al lado del cuidado de la madre por sus hijos y del padre por la prole; y que del cuidado de los más jóvenes, de los dependientes, y de un espíritu de protección contra las contingencias y emergencias de un desconocido e insospechado futuro, surgieran también los fundamentos de la. gran institución de la propiedad. Sea o no así, lo cierto es que desde muy primitivos tiempos, la historia recuerda al individuo iniciando su ascensión de ladera en ladera, saltando y comenzando desde los más bajos peldaños sobre los cuales iba apoyando su planta desde el alborear