54 Apuntes no de los hombres; enseguida, la revolución industrial que sumergió definitivamente el viejo orden económico; por fin, las últimas décadas con sus rápidos y sucesivos descubrimientos científicos; con sus investigaciones e invenciones de tan novedosos caracteres, que han creado un laberinto de hechos, de conocimientos y de acciones, en medio de los cuales el mejor observador humano no es capaz de encontrarse a sí mismo.
Existen, no obstante, algunos hilos dirigentes al través de este laberinto. Uno de ellos es el relativo al problema entre el Individuo y la Colectividad. Cuando fue formulado primariamente por los filósofos de la antigua Grecia pareció un problema propio de las elevadas cumbres de la metafísica, de las matemáticas abstractas y de la filosofía contemplativa.
Hoy, este viejo problema, todavía subsiste en aquella misma forma originaria, a pesar de los años que se han sucedido. Expuesto lisa y llanamente, el problema es el siguiente. Cómo el Uno, el individuo, podría existir, desenvolverse, fortalecerse, madurarse, adquirir poderío, satisfaciones y no ponerse en conflicto con las necesidades, los intereses, las ambiciones de los Más, de la Mayoría? O, inversamente. Cómo sería posible que los Más, la Mayoría, la masa, asegurara para ella las esencias humanas de la satisfacción y de la felicidad, y cesara a la vez de crear restricciones, limitaciones, obligaciones, prohibiciones, aprisionamientos, sobre los individuos más capaces, de más prometedora capacidad, de más conspicua medida para desarrollar sus actividades en todas las esferas. Quizás hoy podamos descartar el estudio del problema filosófico puro que esta cuestión envuelve, aunque este aspecto merezca la mayor importancia y considera