68 LIBERACION LIBERACION 69 asiéndose a la morfina bien pronto cae en su hábito, en su necesidad que es más tremenda que la esclavitud.
Por la puerta del dolor moral entran los intelectuales, aquellos que a través de las páginas de la literatura morbosa han sabido que esta droga tiene la virtud de hacer olvidar, que produce la indiferencia en el ánimo y amortigua las penas más profundas, los pesares más hondos. Aquellos que agobiados por los fracasos sociales o sentimentales ven en ella el olvido y la paz y en fin.
Por la puerta de la búsqueda de placeres nuevos, entran aquellos que lejos del amor al trabajo y a la vida activa, que esclavos del vicio y la crapula, no satisfechos con los apetitos de orden inferior y víctimas de las concupiscencias más bajas tratan de encontrar en la droga nuevos motivos de placer.
Todos tienen una temporada de goce: es la luna de miel del morfinomano. Esta temporada varía entre unas cuantas semanas y varios meses durante los cuales el morfinomano se siente feliz, no se cambia por ningún mortal. Los escritores crean las páginas más ardientes y encomiásticas de su literatura morbosa; y tratando de hacer prosélitos, exaltan sus beneficios, que creen sentir al entrar en esa fase de bienestar inestimable en la cual las ideas son más flúidas, los pensamientos más brillantes. Pero todo esto es ficticio. El hombre en efecto es mucho más esclavo del sentimiento que del pensamiento, y no pueden en manera alguna compararse las exigencias de un instinto y las de una idea ha dicho con admirable certeza el médico jefe del asilo de Villa juif, profesor de Legrain. Sin embargo, el hombre no es naturalmente inclinado hacia los hombres. El altruísmo es tan sólo un barniz de educación, que bien pronto pierde su brillo dejando campo a las satisfacciones del Yo. El morfinomano bien, pronto, más pronto de lo que se pudiera sospechar, se ve sujeto a los apetitos del intoxicado que gravitan sobre él, con peso superior no sólo a sus propias fuerzas sino a las de la especie. Su sensibilidad se pierde, su moral se extingue y este embotamiento y esta pérdida desempeñarán un papel enorme en su vida; se vuelve egoísta y este egoísmo tiene dos variantes: la variante placentera y la variante de abandono.
La variante placentera en general no tiene nada de elevado; no conduce hacia las altas especulaciones del espíritu sino más bien hacia los goces materiales; el morfinomano bien pronto se vuelve mentiroso, pasa por un mundo de engaños en el cual solamente busca satisfacciones personales aun a costa de sufrimientos en los seres que le debieran ser más queridos.
En la esfera sexual es donde aparece más pronto el desorden, y nada demuestra mejor la preeminencia creciente del ser grosero, de la bestia a medida de los progresos de la intoxicación por la nefasta droga.
Las costumbres imponen normas al libre desencadenamiento de los instintos. Perdida la crítica personal, el morfinomano cae bien pronto en las abyecciones más inenarrables, la derivación en el sentido de la galantería pasa los límites del platonismo para entrar en la falta de pudor y decencia, en la pérdida del respeto a la mujer y aun más a la doncella, ultrajando las costumbres y el sentido de la ética.
Pero si la esfera sexual se ve tan maltrecha, no lo es menos la social. En la variante de abandono, el morfinomano se descuida totalmente, los hábitos de higiene le empiezan a ser desconocidos, su actividad se nulifica, sus costumbres se trastornan hasta el extremo de presentar aspectos lastimosos. Es aquí cuando surge el período llamado de arrepentimiento, en los pocos instantes en que el morfinomano piensa en su vida, en que se da cuenta del costo enorme que le significa sos tener un vicio de tal magnitud, y trata entonces de quitarse de la droga.
Paulatinamente la indescriptible sed de morfina ha ido aumentando la cantidad y la frecuencia con que se aplica la inyección. Sus fuer zas económicas se ven tristemente quebrantadas, la droga en modo alguno constituye para él un placer, sino muy por el contrario es una penosa necesidad: Intentará, en vano y por su cuenta desasirse de las redes en que ha caído, romper las cadenas que le sujetan. Sus pensamientos todos le conducen hacia un fin, romper la esclavitud, lograr la libertad. Qué crueles dolores le acechan! Las primeras intentonas de liberación se traducen en sudores profusos, en angustias inenarrables, en desesperaciones sin límites y a la supresión de la dosis habitual sigue la ración de lujo que calmará los ayes de la carne macilenta y marchita. Su organismo se quebranta, el apetito disminuye, la vida sexual desaparece. El panorama es bien triste. Cargado de deudas, impotente, pálido, desencajado, deambula miserablemente en la búsqueda de la nefasta droga. Llega un momento en que no tolera los alimentos, pierde las fuerzas y su razón se extravia. Entorces se recurre al médico.
Los familiares, los amigos, se sienten obligados a librarlo del mal en que ha caído, y deciden internarlo en un sanatorio donde empieza la lucha más terrible. Primero el destete, después la reconstrucción moral del individuo.
Pero no debemos olvidar que la felicidad en inyección o en polvo que se sorbe como rapé, por las narinas, es el privilegio de verdaderos lccos. Es como ha dicho Legráin, citado por nosotros: simun de la decadencia, el delirio de las sensaciones, el coronamiento de este edificio carcomido que es el intelecto humano desmantelado, desarticu lado, presto a hundirse en la demencia.
Aun a riesgo de sufrir la misma suerte de la voz que clama en el desierto, levantamos desde estos renglones nuestra protesta contra los gobiernos, contra los fabricantes, contra todos aquellos que viven de la desolación y de la muerte, propagándola y sosteniéndola con fines imperialistas o de conquista. Lo hemos dicho y estamos prestos a demostrarlo, las naciones han suplido en la época presente las armas y los implementos guerreros por los contrabandos inicuos de drogas mal llamadas heroicas.
Antes, mucho antes que La Liga de las Naciones se pusiera en evidencia en los ruidosos fracasos del Japón e Italia decretando ridiculas sanciones, ya sabíamos de su absoluta inutilidad. Constantes comunicaciones, sometidas a absurdo papeleo, dieron cuenta de que sin excepción todos los gobiernos infringian disposiciones que nunca pasaron de ser un simple mito.
Ante la restricción de las cantidades de opio, autorizadas a comprar por cada nación, respondieron el Japón y Alemania, creando una rueva forma de morfina llamada sintética y dedicada exclusivamente para el contrabando. Esta clase de morfina tóxica, incomparablemente más tóxica preparaba la mentailidad de esclavo del toxicomano, que ante las ficticias virtudes de que se encuentra adornado el estupefaciente no podía pesar en la balanza las amargas consecuencias Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.