Soviet

LIBERACION 51 LIBERACION Palabras del Doctor Gregorio Marañón, dirigidas por radio a las Naciones de América (Copia para LIBERACION)
La última vez que os hablé a través de la radio, amigos de Améri ca, fué en fecha no lejana y para comentar sucesos de Europa que no habrían de tardar en tener actualidad de carne viva en nuestra propia Fspaña. Os hablaba de Paulow, en su patria de los Soviets, y de lo que representaba como lección para todos su actitud frente a la revo lución y la actitud de la revolución frente a él.
En los meses inevitablemente dolorosos del advenimiento de un Estado nuevo en la vieja nación de los Soviets, hubo muchos hombres que fueron incapaces de comprender lo que el magno suceso tenía de inevitable en su raíz con el pasado y de fecundo en su raiz con el por venir. Las revoluciones las sienten sólo los que las hacen y los que luchan, en nombre del pasado, contra ellas. Pero hay un grupo de mentes en el país que está trasformándose, las mentes de los hombres que, ajenos a la lucha política y social, crean el alma de su pueblo o con tribuyen a que su luz eterna no se extinga.
Para mí, os decía, la gran lección del inmortal ruso fué el sentir por encima de sus dolores del momento, quién sabe si por encima del sacrificio de sus viejos ideales, el deber supremo de comprender la realidad inevitable de la revolución de su patria.
Todo lo que ocurre en el mundo está movido por las leyes inexo rables del Destino. Puede sernos grato o no. Puede emborracharnos Ja gloria del triunfo o hacernos gustar la amargura de la derrota. Puede mancharnos de dolor o de sangre. Pero es historia viva y por cami nos directos o por caminos oscuros, fuente inevitable de progreso para mañana. Paulow, como tantos otros, pudo irse de su Rusia y continuar en otro país que todos le hubieran acogido con los brazos abiertos sus trabajos de investigación en lo que tenían de universales y abstractos; pero se dio cuenta de que la creación de cada hombre, des de el más humilde al más insigne, no pertenece sólo a lo que él crea, sino que es parte de su patria, y que la patria no cambia, aunque todo el pasado se derrumbe.
He aquí que ahora una profunda trasformación se está realizando en España. Tal vez vosotros desde lejos no percibáis de ella más que el estruendo marcial, los gritos de la pasión que hierve, el llanto de los que sufren y el rumor envenenado de los que mienten. Pero por debajo de la actualidad pasajera una formidable crisis evolutiva em puja a la República hacia un destino mejor. Esto es lo que quiero de ciros. De esto quiere convencer a los reacios la voz de un hombre que no tiene la pasión del beligerante directo, y que aparte de sus posicio res ideológicas, antiguas y firmes, se esfuerza por mirar el presente y el porvenir con la serenidad del historiador.
Los que luchan por su libertad, por su ideal, en esos campos españoles que empezaban ya a oividar el gusto de la sangre, no necesitan de las voces de retaguardia. Ni yo sabría decirles nada. Porque, como he dicho hace poco en Bruselas, mi pacifismo es tan profundo, tan integral, que lo mantendria incluso ante la agresión injusta de los que desean y desencadenan la guerra. Estoy convencido de que la paz futura y permanente no la conquistarán los héroes de la paz, sino los mártires de la paz, gentes de corazón generoso, como los que ahora Juchan, pero de manos incapaces de sostener un fusil.
Mas acaso no sea inútil mi apelación a la fe en España a esos que no pueden coger un fusil, pero que tampoco tienen la generosidad de comprender lo que hay de fecundo en este instante trascendental y de sentir el deber de no desertar. Porque España está aquí, y España no es un pasado, sino todos los pasados, y además todos los futuros.
Es ella, como ha sido y como sera, su tierra inconmovible, su vida eterra, por encima de todo lo que pase; y a su sustancia, a su alma, y no a las anécdotas, es a lo que tenemos todos que servir.
Vosotros, amigos de América, nos contempláis a través de la distancia, que inevitablemente pone ya mucho de historia en vuestra visión. Os pido, pues, porque os será más fácil que a los que viven la pasión de cerca, que os detengáis unos minutos conmigo en el ambiente de los que detrás de los que luchan tratan ya de construir una pa tria fuerte y original.
El dolor parece que no se acaba nunca cuando se está sufriendo; pero acaba siempre. Lo que queda es la paz que se engendró en el dolor. Empezad ya a contemplarla y a ayudarla. la vez que los hospitales de sangre, donde una legión de mujeres y hombres se ocupan del herido y del que enferma en el campo de batalla; a la vez que las organizaciones que con éxito milagroso atienden al abastecimien to de las poblaciones civiles y al cuidado de los niños, privados de su bogar por las necesidades momentáneas de la lucha o por una trágica erfandad, empiezan a surgir instituciones de carácter permanente que marcan ya el carácter sentido, humanitario y cultural de la paz futura.
Quiero hablaros sólo como ejemplo del Parque Infantil y Hogar Escuela que se está instalando en la famosa Alameda de Osuna, en las próximas cercanías de Madrid. Un grupo de hombres entusiastas, Sánchez Arcas, Bergamín, Arrillaga, Martín Domingo, Alberti el poeta, Ugarte, Planelles, trasformarán aquel palacio suntuoso y sus bosques y jardines en albergue para mil niños y en Universidad, para que cuando lo abandonen sean hombres y mujeres dueños de sus destinos y no sólo huérfanos agradecidos a la caridad.
No sería capaz de hacer reflexiones indelicadas sobre el distinto destino que tuvieron y que tienen ahora estos palacios. Pensemos generosamente que los creó una modalidad de la civilización humana que hacía posible tanta desigualdad, pero que nos ha legado la posibidad de utilizarlos ahora en bien de todos. La Alameda de Osuna, que llena con su nombre tantas páginas de nuestra Historia, fué primero lugar de dolor, cárcel de perseguidos políticos, de hombres que sufrieron y murieron por razones que acaso serían hoy motivo de su glorificación. Fué luego mansión de aquel Osuna cuyo nombre es como el símbolo del lujo y la prodigalidad sin tasa, porque compró el Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.