CapitalismCivil WarFascismViolenceWorking Class

32 LIBERACION LIBERACION El gran capitalismo, la iglesia y el ejército serán privados de su poderío Por INDALECIO PRIETO (Informaciones, Madrid, 24 de agosto de 1956. Recientemente he aludido a los problemas que se van a plantear en España cuando quede aplastado el movimiento fascista. Esos pro blemas no pueden enumerarse aún porque no ha terminado siquiera su iniciación. Irán iniciándose a medida que se prolongue la lucha, y al mismo tiempo se irán agravando los ya iniciados.
Entre estos últimos figura el del empobrecimiento de España, que puede llegar a ser pavoroso, ya que la guerra civil, desde el punto de vista nacional, la hacemos a nuestra propia y exclusiva costa, sin es peranza alguna de que ningún otro país vaya a resarcirnos de los daños sufridos mediante las indemnizaciones que en las guerras internar cionales impone el vencedor.
Cabe, en el orden puramente interno, hacer la distribución de esos gastos en forma que pesen de modo principal sobre las clases pudien tes; pero ello no aminora el quebranto económico de la nación, porque no vamos a incorporarle nuevos territorios ni van a acrecer de mo do milagroso nuestras fuentes naturales de riqueza. Por el contrario, será preciso atender a la reconstrucción de todo lo destruído, que puede cifrarse en muchos cientos de millones de pesetas, dado el ritmo de intensa violencia que se ha impreso a la lucha.
Esta ofrece características tan singulares que deja columbrar algunos de los fenómenos que serán su consecuencia. Casi en masa se han sublevado las fuerzas armadas de la nación. el régimen no ha podido defenderse de subversión tan formidable sino merced al apoyo del pueblo en armas; es decir, del proletariado, hablando más específicamente.
No ya como factura de su esfuerzo, sino como garantia de que no se repitan las subversiones, la clase obrera tiene derecho a exigir la desaparición de privilegios que son otros tantos parapetos de sus bereficiarios para atacar, como ahora lo han hecho, al Estado. Ello es elemental, pero, además, justo.
Cuando las derechas españolas, bajo el patrocinio incorrecto y desleal de quien entonces desempeñaba la Presidencia de la República, pretendieron reformar en sentido regresivo la Constitución, yo fui partidario de aceptar el desafío. Pero a condición, naturalmente, de que si éramos nosotros los triunfantes se radicalizaría, política y socialmente, el texto constitucional, Resultaba demasiado cómoda una partida en la que se iba a ganar y no a perder. Si las derechas ganaban, desaparecian los postulados democráticos y las posibilidades socializadoras que la Constitución de 1931 contiene. si perdían, las cosas iban a seguir como estaban.
Esto hubiera sido de nuestra parte perfectamente estúpido. No, las de rechas, si perdían, debían perder con todas sus consecuencias.
Los incidentes caóticos que fueron promoviendo desde el Poder los elementos reaccionarios en la etapa de gobierno más absurda de que tenemos memoria, desplazaron de la contienda electoral la reforma de la Constitución. Derrotados en las urnas, comenzaron a urdir desde el día mismo de su derrota este movimiento, sin reparar, para obtener el desquite, en ninguna clase de medios, puesto que ni siquie ra han repudiado los más bárbaros y sangrientos.
Pues bien: digo ante la lucha ilegal lo que dije ante la lucha legal: si les llega la hora de perder, que pierdan con todas sus conse cuencias. Al triunfar nosotros, ni pueden ni deben quedar las cosas como estaban el 17 de julio.
Hay que domeñar, hasta abatirlos definitivamente, a los elementus incursos en la sublevación. El Capitalismo, la Iglesia y el Ejér tito, que en conjunción innegable han alentado, promovido y sostenido el movimiento, deben ser castigados, privándoles de su poderío.
Pero semejante empresa será preciso acometerla con un justo sentido de la realidad. Si desbordamos esa realidad, la victoria no nos habrá servido de nada, como no sea para suicidarnos. anular el gran capitalismo, convirtiendo sus concentraciones en pilares de la economía del Estado, no se debe ahogar la iniciativa individual, quizá más provechosa que en ninguna otra raza en la nuestra. Al someter a la Iglesia, no procede estrangular el sentimiento religioso. al rehacer el Ejército sobre bases democráticas, no cabe ccnsentir que subsistan fuerzas armadas que no se hallen directa y exelusivamente al servicio de la nación.
Pero, sobre todo, cuidemos de no caer bajo las garras de un fascismo extranjero después de derrotar al fascismo interior que ahora nos presenta combate. Aquél sería aún más repulsivo.
He ahí levemente esbozados algunos de los magnos problemas que se nos habrán de presentar a la hora del triunfo. Conviene ir pensando en ellos desde ahora.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.