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20 LIBERACION LIBERACION públicos. Por las fuerzas de tierra, mar y aire fieles al juramento que prestaron; por las clases comerciales, industriales y agrícolas del país; por los funcionarios que han sabido conservarse dignos de la responsabilidad de la función; y, sobre todo, por el pueblo español, por la auténtica y legítima España, cada vez más firmemente dueña de sí misma y de sus destinos! Toda la rebelión descansa sobre un supuesto de falsedad: el de aparentar creer que la gobernación del país está secuestrada por poderes ilegítimos y que el triunfo del Estado se traduciría en la implantación de un régimen político comunista.
Se explica que los generales sublevados busquen una justificación a su conducta. No les disculpará la Historia, ni sus conciudadanos, víctimas de la guerra civil inicuamente desatada, ni siquiera a quella opinión internacional que imparcialmente asiste al desarrollo de los sucesos. La cruda y única realidad es la de unas fuerzas militares, que faltando a sus compromisos de honor y abusando del depósito de confianza que les otorgó la Patria, han vuelto contra ella y sus Poderes legítimos las armas que les habían sido confiadas. Por qué lo han hecho. Para qué lo han hecho? Los estímulos son tan notorios y el propósito tan evidente, que sólo los ciegos de entendimiento o de malicia pueden negarlo. Simplemente se trata de sustituir la voluntad general del pueblo entero por la de una clase social deseosa de perpetuar sus privilegios. Ni amor a España, ni in quietudes por el porvenir de la Patria, ni temores por su desmembración, ni zozobra por el desarrollo de su economía. Nada de lo que se ha dicho y propalado es el verdadero origen de la revuelta.
Se disfrazan con frases sonoras los propósitos para encubrir la turbia e inconfundible realidad. Esta no es otra en los jefes y oficiales sublevados, que el deseo de volver por vía de la violencia al régimen caído, olvidando que cuando un pueblo execra y hunde un sistema político no hay fuerza social de clase capaz de ponerlo nuevamente en pie Cayó la dictadura militar de Primo de Rivera por su incapacidad; cayó la monarquía por sus errores cotidianos y sus vicios seculares, ya que manchaban la honesta vida de un país honrado con el vilipendio de aberraciones públicas y de vilezas intimas, y al caer uno y otro sistema la voluntad de España fué, y sigue siendo, que no retoñaran jamás de entre sus cenizas. Por qué entonces este tremendo dislate de querer resucitarlo. Qué servicio nacional se prestaba con ello. Ah! Esos generales, jefes y oficiales que han empuñado las espadas contra el pueblo que se las dió se han desentendido, una vez más, de las lecciones de la Historia, y abriendo esta larga noche sangrienta que padece España, van a recibir la lección, por su mala ventura, de que no puede atacarse violentamente a los regímenes políticos cuando están condenados por el alma popular. porque los españoles somos una democracia legalmente organizada, con un origen de legitimidad incuestionable, pedimos a todos los pueblos de la tierra respeto para nuestra propia decisión.
La trop sublevada, en olvido de que el solo hecho de pedir auxilio a otros países mediatiza la libertad nacional, va de parte en parte suplicando ayuda para combatir a su patria y a la República, uniendo por este acto a la suprema insensatez de reclutar moros para la insurrección, la no menor de ofrecernos como un territorio de coloniaje a potencias que satisfacen extrañas codịcias.
El presidente de la Cámara española se dirige a la opinión internacional para advertirla del pelgroso sistema. España respeta sin restricciones la autodeterminación de todos los pueblos y pide recirrocamente que se respete su propia voluntad. La representación auténtica de España no la tienen más que su Jefe de Estado, el Gobierno responsable y la Cámara legislativa. Cualquiera otra voz carece de autoridad y de legitimidad y ha de tenerse por tan rebelde e insolvente como la de un jefe de tribu en la inmensidad del desierto.
La República española es, naturalmente, la legalidad y, además, la continuidad política. Ningún interés legítimo se encuentra amenazado ni derecho alguno reducido o intervenido. Donde ondea la bandera nacional de España se cumplen las leyes de la civilización, dejando para los rebeldes el triste monopolio de las arbitrariedades, atropellos y violencias a que propende toda guerra civil.
El mismo lenguaje de los jefes rebeldes, la groseria e impudicia de sus palabras, el furor de sus amenazas, contrasta con nuestra serenidad, que no pierde la dirección ni la reflexión por angustioso y duro que resulte el momento.
Los sublevados quisieron abatir a un régimen político y a un Gobierno y se han encontrado con que habían de conquistar y dominar a todo un pueblo. Si el remordimiento les cerca y tiene que cercarles constantemente, por infima que sea la sensibilidad, deben evitar nuevos derramamientos de sangre española. Lo pide a gritos el país, los millares de madres que lloran, las ciudades vigilantes y cenudas dominando todos los días su indignación. Es la hora de la rendición, de la sumisión al Poder constitucional. Retrasarla equivale a multiplicar geométricamente el daño y a cerrar caminos no seguidos aún.
La rebelión de Zaragoza, de Sevilla, de Burgos, la propia de Marruecos aumentarán a su culpa, la extraordinaria de prolongar estéril y cruelmente un combate cuyo fin tienen por descontado. Cierran los oídos a esta voz. No quieren escucharla cuando estremecida de emoción les conmina a que se sitúen dentro de la ley? Peor para todos. la postre y al fin la voluntad de España permanecerá, y el impetu de la fuerza al servicio del derecho y de la libertad dictará su última resolución. Españoles, ciudadanos de toda condición y clase, milicias abnegadas de trabajadores, soldados de la República fieles a vuestra promesa, diputados de la Cámara legitima representante de la nación, redoblad el esfuerzo y ced el último para vencer! Lo necesita la República, lo exige España, lo espera anhelosamente la humanidad.
Valencia, 19 de agosto de 1936.
Es ahora que se empieza a derrumbar la monarquía.
MANUEL AZAÑA.
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