LIBERACION LIBERACION Porque nada hubiera hecho el candidato, como nada lograron los beechistas con unos cuantos centenares de miles de colones, sin el respaldo de los votos de las clases explotadas. en todo caso, los capitalistas que pusieron su firma al pie de los pagarés antes referidos nada gastaron de su peculio, porque los documentos bancarios quedan a cargo de los empleados públicos, quienes son los que a la postre siempre pagan el costo de las farándulas electorales.
La conferencia de paz que propone el Presidente Roosevelt Con fecha 30 de enero último dirigió el Presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, una carta circular a los gobernantes de las demás repúblicas americanas, invitándolos a celebrar una conferencia extraordinaria en Buenos Aires, o en alguna otra capital del continente, para llegar a soluciones concretas que resguarden el mantenimiento de la paz en América.
Varios párrafos de la invitación del Presidente Roosevelt hacen hincapié en la necesidad de que haya paz. abriga la convicción el mandatario norteamericano de que es oportuno este momento de transformación mundial para meditar en la responsabilidad colectiva de los gobiernos de este lado del Atlántico, y para que piensen en la manera de hacer menos probable en lo futuro el comienzo o la continuación de hostilidades entre ellos.
Al publicarse en los periódicos de Costa Rica la carta del Presidente Roosevelt, diose también a la estampa una sintesis del discurso que hacia los mismos días pronunció en Chicago el Subsecretario de Estado Phillips. Afirmó este alto funcionario que la patria de Washington, de acuerdo con la nueva politica del buen vecino, ha adoptado la Convención firmada en Montevideo durante la última Conferencia Panamericana. Establece dicha Convención que ningún Estado tiene el derecho de intervenir en los asuntos de otro; que el Gobierno norteamericano, por consiguiente, ha renunciado al uso de la fuerza; y que no tratará en ninguna forma de proteger la vida ni las propiedades de sus ciudadanos en otros países del hemisferio occidental.
Agrega el Subsecretario Phillips que ya es tiempo de dar un sentido distinto a la Doctrina de Monroe, mal interpretada y peor aplicada por anteriores gobiernos norteamericanos.
Esta idea del señor Phillips había sido ampliamente expuesta en 1918 por el Presidente Woodrow Wilson, ante un grupo de periodistas mexicanos que lo visitaron en la Casa Blanca viene además a ratificar el actual punto de vista del Departamento de Estado el Senador Pittman, en lo que atañe a la Doctrina de Monroe, al declarar el 16 de febrero próximo pasado que las repúblicas latinoamericanas ya no necesitan protección alguna contra posibles agresiones de los países europeos; y que por estar consolidadas con gobiernos propios y fuertes, tienen derecho a participar, multilateralmente, en la declaración de la nueva doctrina que ha de llevarnos a un franco entendimiento y a una amplia y amistosa cooperación política y económica.
Somos escépticos tocante a estas reuniones panamericanas, no por lo que puedan hacer los delegados de la potencia anglosajona, sino porque lo que dejamos de hacer nosotros mismos. Experiencia más ignominiosa que la de la Conferencia Panamericana de la Habana es difícil que pueda registrarse en la historia del servilismo diplomático. Los representantes de la América Latina no fueron sino comparsas del imperialismo norteamericano. hubo allí ocasión, como ocasión ha habido en todas esas asambleas, para que resonara de confin a confin del continente, de México a la Patagonia, la voz de veinte repúblicas ultrajadas. Pero dejamos pasar todas esas oportunidades de reivindicación. nuestros pueblos sintieron que sus delegados, los delegados de los gobiernos, estaban representando un papel que no era ni mucho menos el que debían desempeñar.
Ahora se habla de la política del buen vecino y se presenta nueva coyuntura para que nuestros países defiendan sus derechos, sin gritos, cerebralmente, sin manifestaciones pasionales, sin aspavientos que a nada conducen. El Presidente Roosevelt quiere paz. También quieren paz todos los pueblos de la América Latina. Es propicio entonces el momento para que se le diga a Washington que no se nos arrastre a una guerra en la que en ninguna forma ni por ningún motivo deben enrolarse las naciones hispanoamericanas.
Centro América, sobre todo, está en grave peligro con la cercanía del Canal de Panamá. Ninguna de las cláusulas del Tratado Bunnau Varilla establece la militarización ni la fortificación de dicho canal. esa magna obra es, violándose la letra y el espíritu del discutido convenio, un enorme centro bélico que se convertirá, en caso de guerra con el Japón o con cualquiera otra potencia mundial, en objetivo seguro de las naciones beligerantes. no podrá ser de otra manera porque semejante red de fortificaciones no se ha construido para servicio de la humanidad. sino para la defensa única y exclusiva del imperialismo norteamericano.
Se neutralizara el Canal de Panamá, como neutral es el de Suez, y no se perturbaria entonces la paz de Centro América; ni correria peligro nuestro territorio; ni tendrían necesidad los Estados Unidos de mantener en vigencia el tratado BryanChamorro de Nicaragua; ni harían la política de atropeilo que han hecho para do. minar en el Golfo de Fonseca; ni estaríamos los costarricenses con el dogal al cuello del Protocolo Oreamuno Hughes; ni se tomaría el Gobierno de Washington el interés que se está tomando por el trecho de la Carretera Interamericana a través de estas repúblicas istmeñas.
Tópicos son los anotados de gran trascendencia para nuestros países, y que habrían de abordarse resueltamente, serenamente, de modo que constatásemos si hay sinceridad en la invitación del Presidente Roosevelt. Sólo así sabrán a qué atenerse, de una vez por todas, los pueblos latinoamericanos que forman la zona de influencia de los Estados Unidos, los que en el Caribe y en la América Central han sentido la presión de los Cafferies y de los Sumner Welles.
Nacionalistas puertorriqueños están siendo perseguidos y asesinados por la gendarmería norteamericana.
Habría de abordarse también el caso de Puerto Rico en la Conferencia a que nos llama el Presidente Roosevelt.
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