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16 LIBERACION LIBERACION 17 Un libro, una generación, un continente No queremos militares que ganen batallas sino estadistas que sepan evitar esas batallas Por HUMBERTO TEJERA (De Futuro, México, se No es LIBERACIÓN revista de propaganda personal. Pero acaso valga la pena reproducir este juicio que a un gran escritor venezolano le merece la obra intensa de un costarricense que a su patria sólo le debe el haber nacido dentro de sus fronteras. es oportuno reproducirlo, tomándolo de otras muchas opiniones igualmente autorizadas y valiosas, en el momento preciso en que este gran centroamericano, autor del mejor libro que se ha publicado en América Latina sobre el imperialismo le echan rabiosamente encima los llamados comunistas y los escritores católicos, por haber fundado el Partido Socialista Costarricense.
Siempre se unen los dos extremos: la reacción y la utopia radical. Lo mismo sucedió en Cuba; lo mismo en el Perú; y con igual enojo han atacado ambos extremos las conquistas reales de la revolución mexicana. Pero lo curioso es que en este caso el lider máximo del Comunismo, afiliado a la Tercera Internacional, ha dicho con su General del Partido Socialista, y lo ha dicho sin darse cuenta de lo que estaba proclamando, que es necesario defender las conquistas de la burguesia. Así andan de la mano en nuestro pais marxismo e ignorancia! el Partido Socialista, con su programa que sale de la realidad, con su programa moderado, resulta más radical que el de la hoz y el martillo!
Causa revuelo ia campaña del ex Presidente Julio Acosta para que Costa Rica se arme. como el belicoso caballero es hombre que goza en la parroquia de muy alto predicamento, por la posición que su buena fortuna lo llevó a ocupar; y como es por añadidura en premio, ha de inferirse, de su pujanza segundo designado a la presidencia de la República y legislador de mucho peso, a juzgar por el hueco que deja en la comoda butaca, los comentarios van y vienen entre crédulos pasguatos y cínicos avispados. Qué se puede opinar de eso? Amigos y compañeros suelen preguntarlo. ha de contestárseles que la armadura de los países débiles no puede ser otra que la bonanza material y la fortaleza espiritual de sus ciudadanos. Merezcamos la fama que habíamos tenido de pais culto, decoroso, digno de respeto; hagamos democracia económica con hacienda bien organizada; no volvamos a firmar Tratados de Washington ni protocolos como el Oreamuno Hughes que el propio señor Acosta dejó de herencia vil a su pueblo indefenso; no sigamos otorgando concesiones ni poniendo el visto bueno a doctrinas intervencionistas, como la proclamada por Evarts y ratificada por Coolidge, según acaeció hace poco en el Congreso sin la protesta de don Julio; acabemos con el concubinato escandaloso de políticos y de capitalistas; no siga la explotación inmisericorde de las masas trabajadoras; conservemos la dignidad de nuestros mayores, no decretando duelo nacional por la muerte de criminales tan monstruosos como Juan Vicente Gómez, el sátrapa de Venezuela, y sin bombas, ni granadas, ni barcos, ni aeroplanos de guerra seremos invulnerables.
Nuestro equipo material de defensa es superior al de nuestros padres y abuelos.
Pero Costa Rica es hoy menos fuerte que ayer. la debilidad de la República irá en aumento, no importa que traigamos muchas armas como quiere el señor designado a ocupar de nuevo el codiciado sillón presidencial, si no se acaba con el entreguismo de los gobernantes.
De nada sirve hablar de patria y de soberanía y de independencia, si los que mandan no tienen visión para defenderla, y si saben los trabajadores que la patria es de unos pocos que medran a su sombra.
No viene a ser, en resumen, cuestión de armas la que plantea don Julio Acosta, sino cuestión de hombres verticales. No queremos divisionarios galonados que ganen batallas, sino estadistas que sepan evitar esas batallas. Alguien dijo eso en un discurso. bien vale la pena repetirlo.
En mi remoto pueblo andino, vieja e infima urbe, perdida entre montes tiarados de plata y pantanos palúdicos, se hizo famoso un doctor que curaba los abscesos hepáticos más y mejor que ninguno. Agonizaba el paciente con la entraña prometéica inflada y latiente, saco elástico donde el trópico había albergado todas sus podredumbres: el doctor Parra Picón, cenudo y firme, de certera puñalada quirúrgica, abría una válvula para que escapara el hediondo contenido mortal, devolviendo así muchas veces vida y salud al desahuciado, víctima del destino manifiesto que lo había hecho nacer entre las delicias de la tórrida zona.
De aquella clase de pacientes, y del remedio heroico que les aplicaba el ilustre cirujano andino, me he acordado al terminar de leer Rompiendo Cadenas. No le ha temblado el pulso a Vicente Sáenz para fulminar la puñalada al centro mismo del absceso centroamericano, del que manan a torrentes pus y sangre putrefacta. Una heroica punzada salvadora? Ya lo veremos. Como sean los resultados tal vez no importe. Lo interesante es que haya la intervención heroica y oportuna, y ésta ya está cumplida.
Un libro. Vicente Sáenz ha escrito un nuevo libro. No ese pliego con un párrafo o una silaba en cada página que muchos dan por un libro, con pesa falsa en el mostrador literario. Tampoco el puñado de crónicas manidas remendadas a las volandas, a las que otros se atreven a poner colofón para improvisar libros y tener bibliografia. Rompiendo Cadenas es el libro de una vocación, de una vida. Revela el Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.