SocialismVicente Sáenz

LIBERACION LIBERACION 66 67 Adelaida La Punteña Por LUIS ENRIQUE BOHORQUEZ Envio del autor para Liberación (A Vicente Sáenz, cariñosamente, este pasaje de vida panameña. el regocijo de los muy piadosos señores que en los púlpitos, en sus periódicos y en su estación de radio demostraron con este motivo cuánta es su caridad cristiana. Olvidaron sin duda las quejas del Arzobispado por el empleo católico de palabras fuertes, que hacen zumbar y lastiman el tímpano de cualquier persona culta, así no llegue a Señoría Ilustrísima. olvidaron también que no vale llevar escapularios y medallas para merecer la divina gracia. porque Si quis dixerit quoniam diligo Deum y odia a su hermano mendax est.
Arrecien si les place su campaña contra nosotros, que no podrán detener la marcha de la evolución humana. Sabemos, por otra parte, que cuando este régimen injusto cambie nuestro clero será socialista de hueso colorado, porque así lo expresa el dogma teológico de la Suprema Potestad, cuando asegura con San Pablo que la autoridad pública viene de Dios. porque a la zaga de toda transformación social, como a la zaga de la ciencia, van trotando las religiones con media lengua de afuera. tienen a la postre que ceñirse a la verdad. De lo contrario plana seguiría siendo la tierra, Colón hereje, renegados Copérnico, Galileo y Newton, dignos del fuego eterno quienes no acepten del Génesis la creación del hombre ni la costilla que produjo a Eva, o quienes pongan en duda que el sol y las estrellas no tienen otro objeto que el de alumbrar de día y de noche a nuestro planeta privilegiado.
Punto final. Silencio. De tan sobadas cosas no hemos de hablar en lo futuro. si al cuerpo los pios plumarios se nos vienen otra vez, como suelen hacerlo, sin cer caso del capote que sería el pecado, desde esta tribuna de LIBERACION les salimos al paso con San Agustín, porque no es de espíritu evangélico proceder con celo intempestivo, que más parece venganza y odio que celo por la gloria de Dios; más parece satisfacción de pasiones reprimidas que cuidado y amor del bien de las almas. Por eso sentenció el referido Padre de la Iglesia: Interfice peccatum et dilige hominem: Intransigencia contra el error y paciencia con el pecador. en otras palabras, Criminis persecutor, ut sit hominis liberator.
TIENDA JAPONESA Su recuerdo perdurará por muchas generaciones. Se la conoció demasiado para que su belleza no quedase lo suficientemente gravada en el corazón de todos aquellos que la trataron. Era tan imborrable como el pedazo de tierra que la vió nacer. Por eso la llamaban La Punteña. La Punteña. Dónde queda la Punta. La Punta queda en el mar, en el corazón del mar, frente a Otoque. Una centena de palmeras, una flora verdeante que vista desde lejos se confunde con el agua, y arenas y arenas a través de sus inmaculadas playas infinitas. Muchos la habrán visto desde Otoque. Otros desde Campana. Pero lo que se ve de lejos apenas si alcanza a compararse con lo que se ve de cerca, dentro de este paraíso perdido.
Allá, al frente, el mar que se sacude, lanzando copos de espuma, mientras Taboga, Taboguilla y Otoque se ven como si trepidaran. acá, a nuestras espaldas, en el fondo de las serranías, el agudo, ángulo del Picacho que se alza hacia el cielo, la meseta verdinegra de Sorá, las montañas azuladas de Capira y el Cerro de Chame semejante a un atalaya inconmovible.
Enclavado en el extremo de esta prolongación terrestre serena y apacible, se agrupa el caserío de La Punta que dicen los viejos del lugar fué fundado por pescadores. Buenos tiempos aquellos! Todavia corría el oro del Canal y en Panamá todos ricos y pobres cocinaban con fogones de carbón. Carbón, carbón de mangle! Desde el extremo hasta la tierra firme La Punta era un manglar. aquellos primitivos habitantes abandonaron la red, el anzuelo y el cordel, para entregarse a la fabricación de hornos. Los hornos. Piras de madera de mangle ardiendo, humeando durante días!
Quienes ven esos túmulos de tierra lama negra que cubre los troncos partidos y hacinados ocultándolos totalmente, están lejos de la realidad, aunque el espectáculo sea impresionante y duradero. Hay dolor en el fondo de esos hornos que arden, hay tragedia, hay sangre, hay infelicidad. Cuántos soles calcinaron las espaldas de la legión de carboneros, antes y después de la instalación del horno. Cuánta humedad proveniente de la lama que alimenta al mangle no minó dolorosamente sus organismos! aunque la labor es simple, mecánica, las enfermedades que se cogen son, por el contrario, demasiado complicadas. el reumatismo paraliza tiempos más tarde al manglero, o la tuberculosis se burla del ambiente natural que rodea al hombre para destrozar, ayudado del cisco, los pulmones de este héroe sin estatuas y sin coronas.
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En aquel ambiente nació y creció Adelaida. Las mujeres de La Punta se distinguieron siempre por su belleza. Esta era bella, hermosa, inteligente. Había blanco y había negro en su sangre, por eso era morena. Ojos insondables como los abismos marítimos. Negra la cabellera, sedosa y reluciente. El Océano de Balboa Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.