Democracy

8 LIBERACION LIBERACION La mujer y la lucha social Por ELIDA CAMPODONICO DE CRESPO Especial para Liberación Si de todo momento histórico puede decirse que es un momento de transición, una preparación para nuevos acontecimientos futuros, de ninguno es tan adecuada la expresión como del actual momento en que vivimos. Asistimos a una de las más grandes transformaciones de la historia. La guerra con razón llamada mundial, cuyos efectos todavía sentimos y continuaremos sintiendo por mucho tiempo, y la crisis económica porque atravesamos, no sólo han sacudido los fundamentos mismos de nuestra organización social, sino que han orientado además hacia nuevos nortes la brújula de nuestros destinos. La conmoción ha sido violenta. Mucho más honda todavía en el campo subjetivo interior que en el de las realidades exteriores. Ciertamente muchos países han cambiado de régimen gubernamental. Imperios han sido destruidos; monarquías han sido derribadas; dictaduras han sido entronizadas sobre los escombros de los antiguos regímenes; y un reaccionarismo recalcitrante que es como el retroceso del péndulo del progreso parece retrotraer sombras y nubes, alli donde antes parecía que despuntara la aurora de la nueva libertad.
Pero los ídolos derrocados de los altares de nuestras conciencias no volverán jamás sobre sus plintos. Las hondas inquietudes que en el espíritu humano se han despertado al fragor de las tormentas y ante el choque producido por el fracaso de una realidad que parecía inconmovible, no podrán ser apaciguadas con paliativos del momento; y esta idea parece hacerse conciencia pública, cada día más evidente.
a medida que se acumulan los repetidos fracasos en las tentativas con que la humanidad ha pretendido a medias solucionar sus problemas fundamentales. esta realidad es tan palpable en Centro América como en Europa; y en el Norte tanto como en el sur de nuestra América. Sólo el color local cambia. Pero la inquietud renovadora está en todas partes. La efervescencia es general. ni el imperialismo que acogota nuestras democracias nominales logra apaciguar estas ansias, como tampoco lo logra la fuerza en las dictaduras europeas con todos sus excesos abominables; ni la astucia con su cortina de humo del New Deal, en la plutocracia norteña de nuestro continente.
Uno de los grotescos fetiches de nuestro mundo interior, la decantada inferioridad de la mujer, y su incapacidad para las luchas sociales y la administración pública, ha sido desechado por completo. Con el auxilio de la ciencia, la reivindicación de la mujer, por lo menos en el campo de la ideología, ha pasado la etapa de lo controvertible. Ya en casi todos los países civilizados esta mitad del género humano, envilecida antes en la inacción o esclavizada a los más humildes menesteres, sin horizontes espirituales, colabora hoy eficazmente en la solución de los problemas del momento. Hasta la vieja Turquía, en donde el egoísmo del hombre no sólo reducía a la mujer a la calidad de cosa, sino que llegaba hasta a ocultarle el encanto de sus atractivos femeninos por medio de velos y cendales, se ha dado cuenta de lo que implica restringir sus poderes de pensamiento y de acción a la mitad de su valor efectivo; y ha llevado en consecuencia a la mujer al sitial del ciudadano con pleno goce de sus derechos y amplia noción de sus responsabilidades.
En Panamá, no obstante, al igual que en las naciones de Centro y Sur América, el hombre se muestra remiso a compartir por igual y aun a aceptar el concurso de la mujer, en todos los campos de sus actividades. Aun los que ideológicamente aceptan la injusticia de esta postergación y hasta llegan a reconocer el poderoso auxilio que el concurso integral de la mujer significaría, se manifiestan tímidos de concederle todos sus derechos, so pretexto de que se incrementarian las fuerzas de la reacción y de que este monstruo actualmente adormecido, despertaría con nuevos brios y destruiría, como un moderno Frankestein, los principios de libertad y democracia que tan imprudentemente le volvieron a la vida.
Pero los que asi piensan, desconocen o pretenden ignorar las enormes inquietudes que agitan el alma de la mujer, de la mujer pensante, de la mujer educada en sus responsabilidades y derechos, y que a despecho de las limitaciones en sus derechos políticos, es en la hora presente, como lo ha venido siendo por muchísimos años ya, impulsadora eficaz de las transformaciones sociales que se están operando, sin su aparente concurso. Como madre, como esposa, en la cátedra, en la tribuna, en la prensa su labor se ha hecho sentir; y sería injusto negarle comprensión de los problemas del presente a quienes de tal suerte han rendido el tributo de sus mejores energías; pues no es cierto que esta levadura social que hoy constituye el mundo, aun de nuestras dormidas nacionalidades centroamericanas, se ha formado sin el concurso del fermento ideológico y espiritual de la mujer.
La gran masa anónima de la mujer no redimida por la escuela nada tiene de inferior a la gran masa anónima de los hombres, igualmente agobiada por idéntico infortunio. No constituyen ambos igual peligro. No está indicando ese peligro la ruta de la escuela como único escape? mientras la mujer continúe siendo un factor negligible en la administración pública y nulo en la legislatura, que son las que demarcan las rutas de nuestros pueblos. qué interés habrá en redimirla por la educación, por una verdadera educación que haga su espiritu cada día menos esclavo de la tradición y de los prejuicios y termine por liberarlo por completo de estas cadenas? Los elementos reaccionarios seguramente no pensarían hacerlo. Lo harían los elementos de avanzada. Lo están haciendo acaso. Qué están haciendo con la gran masa de hombres de nuestros campos y de nuestros suburbios urbanos. Tienen estos infelices esperanza alguna de liberación económica o espiritual. son hombres con todos sus decantados derechos y responsabilidades ciudadanas. Podremos las mujeres esperar mejor tratamiento. Se es del todo sincero cuando se le dice a la mujer que debe aguardar?
Sin embargo, el argumento tiene el valor de colocar frente a los ojos de la mujer la enorme responsabilidad de sus destinos. Esta impresión del elemento pensante y bien intencionado de nuestra masculinidad no deja de tener fundamento en la indiferencia de gran número de mujeres inteligentes y capacitadas que desdeñan el amplio campo de la vida social y de la lucha, agobiadas aún por los antiguos prejuicios; y pretenden en el apacible y seguro retiro del hogar o en las superficialidades del mundo social únicamente, encontrar la justificación de su existencia. Bien dicho ha sido que el peor enemigo de la mujer es la mujer!
Pero es preciso tener en cuenta que los obstáculos que se oponen a la liberación social de nuestros pueblos son ingentes. Las ansias de reivindicación que convulsionan a la humanidad, que han penetrado en la conciencia de nuestras colectividades urbanas, que son llama ardiente en el corazón de los mejores elementos de nuestra juventud de ambos sexos son apenas una confusa aspiración amorfa e indefinida en el campesinado de nuestros valles y montañas, que constituye la enorme mayoría numérica. Para que la lucha de reivindicación tenga la fuerza suficiente para contrarrestar las influencias adversas a su paso, que radican tanto en el exterior como en el interior de nuestras nacionalidades, precisa el concurso de todo el que pueda Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.