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40 LIBERACION LIBERACION nuestras instituciones, sin embargo, ha sido idéntico. Tal vez esto fué lo que hizo exclamar a Bolívar, en el ocaso amargo de su vida, que la estructura de los pueblos de Latinoamérica es autocrática. El hecho es que tanto el liberal como el conservador, cuando han gobernado, han sido grandes señores feudales que, paradójicamente, han jugado a la civilización en un continente fantásticamente rico, mientras la infiltración imperialista, con su técnica moderna, ha ido apoderándose de esa riqueza. Unicamente en los países donde el hombre ha constituído su economía propia, como en la Argentina, formando una verdadera democracia agraria, es donde el predominio de un gobierno representativo ha alcanzado cierta vitalidad. esto muy relativamente, pues la riqueza viviente de estos grandes países ha hecho afluir el sobrante humano de los países sobrepoblados, creando tumores urbanos que están en contradicción con el contenido orgánico de la nación. Las alternativas inevitables de la depresión o del florecimiento agrario hacen converger hacia esas grandes urbes las masas hambreadas de los campos, presentándose la paradoja de países de gran riqueza agricola cuyas capitales viven la miseria intensiva de ciudades como Londres o Berlin. Pero estas son las contradicciones de las búsquedas de una estructuración politica y social.
En el proceso de este fenómeno, que no es primitivo sino natural en toda evolución histórica, la democracia de liberales y conservadores no ha tenido ningún contenido, lo que en otras palabras quiere decir que no ha existido. No ha existido porque el 80 de la población no ha representado ningún papel activo: el indio ha equivalido, en ese proceso histórico, al siervo de la Edad Media; y se ha ido vengando al no dejar evolucionar normalmente las instituciones sino en la medida en que su actuación ha sido palpable. Su riqueza humana es inmensa: es la única fuerza productiva, desde el punto de vista colectivo, que posee Latinoamérica.
Donde hinca su pie la tierra obedece; donde Europa trata de sofisticarlo, la anarquía o la barbarie se entronizan. Esta es su fuerza: fuerza auténticamente civilizadora que le irá dando estructura a este continente, en el cual se realizará el futuro del mundo Justamente porque el liberalismo ha sido contrasentido paises agrarios ha sido por lo que la verdadera ideologia de un liberalismo económico apareció tardiamente. Pero su aparición no hizo sino agravar las crisis perennes de las democracias artificiales que regian a estos pueblos. agravó el problema porque ese liberalismo económico en que la libertad de contratación ha sido un dogma infalible, ayudó a la invasión lenta de los imperialismos europeo y norteamericano. El liberalismo inglés, con todas sus complicaciones que corresponden a una clase definida como fué la pequeña burguesía, encontró un campo propicio en los hombres del 70 que trataron de implantar, mediante una política nefasta de empréstitos casi todos ellos contratados en Londres. una incipiente industria, en países en que la agricultura apenas si se defendía, gracias al indio. Es en el liberalismo, pues, en el que encontramos los primeros orígenes del nefasto intervencionismo de los imperialismos extranjeros. Este fenómeno de saturación capitalista nos encontró ensayando los bienes de una democracia que siempre ha consistido en la creencia divina en las Constituciones, por las cuales todavía se lucha encarnizadamente. Todas esas Constituciones liberalamericanas carecen de un contenido económico que se adapte a nuestra estructura y por eso siempre tendrán que violarla, los gobernantes, para ser justos con la invasión del capital extranjero, que es el que va modelando nuestros pueblos en los afanes Occidentalistas.
Convengamos que los Estados Unidos, en esta lucha interesada por estructurarros, ha jugado un papel importante, no siempre dentro del principio de pura conquista económica y política. Su intervención en muchas alternativas de nuestra historia tumultuosa y desordenada, nos ha evitado caer en las redes del imperialismo inglés. Pero la conformación absolutista de nuestras instituciones, de médula medieval, nos ha impedido aprovechar, en los momentos precisos, la gran actuación americana: por ejemplo, cuando la Doctrina Monroe tuvo un sentido salvador para la independencia de los pueblos del Caribe. La reciedumbre y terquedad política del concepto católico del estado repitió en Latinoamérica el mismo fenómeno de España frente al poder creciente de la Inglaterra de fines del siglo xvi. Ha faltado, además, el valor moral de la vida en función de otros pueblos para conformar una fuerza politica claramente establecida. La Revolución de la Independencia fué el resultado de un proceso feudal: la lucha contra el imperialismo sigue siendo la misma cosa. Por más que se trate de darle un sesgo socialista a la actual campaña por crear una fuerza propia, de valor politico, frente al Imperio del Norte, siempre se vuelve al mismo desorden de las luchas del siglo xix.
Desplazar el problema de la estructura política latinoamericana ha sido otra de las consecuencias del liberalismo. Es cierto que a él se le debe la raquítica beligerancia de que disfrutan nuestras masas, la incipiente industria, el crecimiento de la riqueza efectiva, la limitación de los poderes de la Iglesia, la unificación ideológica de los pueblos que, dentro de ella, han demostrado ser de una capacidad material y moral muy semejante, la reforma universitaria encaminada hacia una filosofia mal llamada práctica porque en el fondo no ha sido sino el remedo de un sensualismo para halagar la vanidad autocrática del Réformador. Pero también se le debe la confusión de la economía, la improvisación mental y social, los primeros empréstitos y como consecuencia los primeros pasos de la enagenación de la riqueza a los imperios reinantes en el mundo, las complicaciones de los sistemas fiscales en los cuales no se sabe dónde comienza la economía y dónde terminan las finanzas, los más sombrios y largos períodos de tiranía con que cuenta la historia de estos pueblos, en fin, la reaparición inevitable del conservatismo como única razón de ser de una estructura politica bien definida. Lo que prometió un programa primitivo, en una trinchera de montonera, es cierto, lo reduce a una ideologia que destruye la intención en un desplazamiento de planos políticos tal vez por un proceso de subconciencia social.
Todos los Reformadores liberales han defendido un punto programático cuya trascendencia no debe escapar al analista: la intención por liberar al indio: Esa liberalización de la raza autóctona, de la verdadera raza americana, ha sido siempre uno de los tantos espejismos políticos del cual el reformador no es responsable: nunca tuvo la noción económica que el indio representa en nuestra riqueza. Por el contrario, ha querido asimilar al indio a su concepto del Estado: tal concepto ha sido siempre unitario, dentro de los moldes de la Constitución elaborada de acuerdo con modelos extranjeros. El indio se convierte, automáticamente, en un elemento electoral, al cual se le da personalidad politica mas por su número que por su calidad. Como constituye más del 80 de la población es indispensable para legalizar la autocracia. Nunca el reformador se preguntó por su capacidad de producción, por su capacidad de consumo, por crearle necesidades de acuerdo con el sistema político que trataba de inaugurar. Dentro de un concepto teológico del estado no caben estos principios. El indio, sin embargo ha sido la masa sobre la cual se ha asentado el bienestar de todo un continente, tanto en sus manifestaciones culturales como en sus manifestaciones materiales. Han existido reformadores que le han concedido al indio los derechos del ciudadano si ha abandonado sus trajes particulares, si se calza, si se inicia en las virtudes de una civilización importada. Es decir, han tratado de matar su personalidad vernácula. Nunca han comprendido justamente lo contrario: al indio hay que devolverlo a su tierra para que la haga producir, para que le entregue nuevamente su cariño de hijo entrañable.
En una palabra, al indio hay que convertirlo en un elemento de producción, reintegrarlo, con plenitud consciente, a nuestra economía agraria como la parte más esencial de ella.
Por su parte, el conservatismo cuya razón histórica tiene más derecho de en Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.