Bourgeoisie

12 LIBERACION LIBERACION 13 LOS IDEALES DEMOCRATICOS cias llevan día a día, al rey y a sus consejos, la alarma respecto a los planes de los conquistadores.
El hecho escueto es éste: los españoles avecindados en las colonias aspiran a formar una aristocracia dominadora y consideran injusto y tiránico cuanto se opone a sus aspiraciones. Nuevos intereses económicos los hacen apartarse de la metrópoli y sentirse individuos de otra colectividad. Continúan siendo españoles, pero españoles de América y ya no de España. Su enemigo natural es precisamente el español de España que por merced del monarca, y sin conocer siquiera el país en que el americano vive, le disputa la hegemonía en ese país, le arrebata las prebendas, las encomiendas y demás fuentes de riqueza.
En la primera época otro factor viene a complicar la lucha entre ambos contendientes. Es el elemento humanitarista, que combate en fr vor de los indígenas oprimidos y logra obtener el apoyo del gobierno de la metrópoli, por lo menos en cuanto a este interesa rebajar el poder de la naciente aristocracia. Generalmente los imperialismos todos han provocado esporádicas y aisladas rebeldías en hombres generosos, miembros de la colectividad opresora; pero no existe en la historia defensor más tenaz de los vencidos que Fray Bartolomé de las Casas, ni movimiento mejor organizado que el que él encabezó. No cabe en una síntesis como ésta hacer detenido análisis de las Nuevas Leyes, ni estudiar si los esfuerzos del ardoroso fraile tuvieron en favor de los indios la efectividad que él hubicra deseado. Intento nada más precisar el resultado social que corresponde a tales actividades y al amparo que el gobierno les prestó. La legislación de Indias, al prohibir la esclavitud y sobre todo al arrebatar al colonizador la perpetuidad en el goce de las encomiendas, lo deja a merced del poder metropolitano y le resta enorme importancia como clase dominadora. así vemos formarse y perpetuarse a la casta criolla de raza española, explotadora del indígena y de la naciente clase mestiza, pero a su vez supeditada al poderío de la clase peninsular. durante trescientos años se suceden las intrigas por la hegemonía. Las gobernaciones, los cargos de justicia, los empleos administrativos, las dignidades eclesiásticas, son continuo y enconado objeto de disputas. es comprensible que mientras más se multipliquen las generaciones y mientras más arraigo tomen en el país las antiguas familias, los criollos vayan aprendiendo a no reconocer otra patria que aquella en que nacieron, a sentirse ligados a ella y en fuerza de verla como algo muy propio, a considerarse sus únicos dueños. De ahí que su sentido de justicia y su nacionalismo se exacerbaran, al contemplarse postergados y humillados por quienes, no por ser de su sangre dejabar de ser extranjeros; sobre todo cuando el pecado original que mutilaba esfuerzos y aplastaba capacidades consistía precisamente en el hecho de haber nacido en un país al que otros, sin más méritos que venir de lejos, podian gobernar y explotar a su antojo.
Este malestar se vió agravado en el curso de los siglos por la política económica de España, al aprovechar el oro de las minas y el producto de las gabelas con que cargaba a las colonias, para mezclarse en aventuras europeas que a éstas no interesaban y para sostener un boato cortesano del que no disfrutaban. En cambio, la impotencia militar y sobre todo marítima de España, las dejaba solas para defenderse de los ataques de corsarios y piratas, verdadero azote del comercio y la navegación de la joven América.
Agreguemos a todo ello los monopolios, las cortapisas al libre trabajo y al libre cambio y los abusos que toda dominación trae consigo y comprenderemos cuán preparado estaba el terreno, hacia fines del siglo dieciocho, para hacer germinar en él la simiente de un esfuerzo liberador, Los fenómenos sociales, de profunda raigambre física, biológica y especialmente económica, necesitan siempre el revestimiento, el orden y sobre todo la justificación que les presta el factor ideológico. Intimamente ligados como están los hechos de una cultura, las modalidades morales, intelectuales, artísticas, jurídicas, políticas, deben evolucionar en correspondencia con las necesidades de la vida colectiva. Las masas perciben confusamente esas necesidades, pero no pueden expresarlas ni darles forma, y es por ello indispensable que el intelectual y el artista, más comprensivos, más sensibles, las capten, las concreten, las eleven también, hasta llevarlas al plano del altruísmo y del pensamiento puro, y las conviertan por fin en un símbolo accesible a todo el mundo, en un ideal.
Así fué como los filósofos del siglo dieciocho, ante el choque de intereses de la nobleza rural y de la nueva burguesía manufacturera, se sintieron envueltos en el malestar ambiente, analizaron y comprendieron las desigualdades e injusticias del antiguo régimen y reaccionaron contra ellas, proporcionando a los pueblos la doctrina democrática, fundamento de la revolución francesa.
Ante la propaganda de los teorizantes las colonias de España se conmovieron, unas en mayor grado que otras, pero a todas alcanzó el soplo libertador. No podía ser de otro modo puesto que la nueva ideología venía a responder a las ansias que durante tres siglos se habían ido acumulando en el alma americana y a prestar un espíritu y una disciplina al sentimiento de rivalidad del criollo contra el peninsular.
El reino de Guatemala vivía profundamente aislado del mundo. Las muche.
dumbres iletradas, fanáticas, indolentes, arrastraban su miserable existencia ajenas a toda inquietud, dominadas por el clero, oprimidas por el gobierno, explotadas por el pequeño círculo dominador. ellas ni siquiera llegaría el estruendo de la disputa entre españolistas y criollos, conservadores y avanzados, gazistas y cacos. Un puñado de aristócratas liberales y unos cuantos miembros de la clase media profesionales, sacerdotes y artesanos acomodados constituyeron entre nosotros el elemento de la revolución. ésta nunca pasó de murmuraciones de alcoba (veleidades conspiradoras ferozmente castigadas por el despótico Bustamante) o de arrebatos retóricos intrascendentes.
Pero llegaron un día los despachos relatando que México, que tanto ha influido en nuestra vida política y social, había proclamado el plan de Iguala; y entre la Nueva España y la Nueva Granada, independientes, el pequeño reino guatemalteco quedaba convertido de hecho en una imposibilidad histórica. asi fué como un buen quince de septiembre, un grupo de criollos entusiastas y de peninsulares malhumorados nos declaró nacidos a la vida nacional. El fragor de los petardos celebró magno dón que la sangre de Hidalgo, de Allende, de Morelos, de Mina y de los soldados bolivarianos había conquistado para nosotros.
HAN PASADO MAS DE CIEN ANOS La aristocracia criolla no disfrutó largo tiempo de sus prebendas. Con poco arraigo en el pueblo, dividida por cuestiones teóricas, se encontró inerme ante la acometida de la clase media, impelida por el ansia de poseer. Los mestizos, impetuosos, batalladores, acaudillados por hombres fuertes como Francisco Morazán o Rufino Barrios (El idealista Morazán es, por supuesto, superior a Barrios, el verdugo. Pero aunque disímiles en procedimientos políticos, la tendencia social de su actividad fué similar. supieron enfrentarse a la clase directora y la vencieron, la despojaron, la persiguieron y la diezmaron, hasta lograr su aniquilamiento como casta privilegiada. Hoy en día los miembros del antiguo grupo criollo, para conservar los restos de sus riquezas, han aceptado la dirección de sus tradicionales enemigos y unos Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.