M. N. Roy. “El primer partido comunista fuera de Rusia”, Memoirs, Delhi, Ajanta, 1984 (orig. 1964), cap. 28.
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dos los sectores, muy reticentemente acepté el lugar de ser el foco de la observación pública por primera vez en mis dos años y medio de permanencia en México. No sólo se debía mantener bajo control a los descabellados hombres de la izquierda, sino también sin irritarlos. Lo más importante era reafirmarle al gobierno y a los numerosos "camaradas de ruta” del socialismo revolucionario que las rimbombantes resoluciones de la conferencia no significaban realmente una ruptura con el pasado.
El primer punto del orden del día era la consideración del manifiesto emitido por el primer congreso mundial de la Internacional Comunista. Recordaba a los trabajadores del mundo sobre el toque de clarín del manifiesto original de Marx y Engels. En consecuencia, ninguna de las partes debía negarse a avalar el nuevo manifiesto y al mismo tiempo declararse marxista dedicado a la causa de la revolución social. Con honesta convicción señaló que con este programa revolucionario, el Partido Socialista de México no podía hacer menos que avalar el “Nuevo Manifiesto Comunista", y que la resolución de cambiar el nombre del partido sería el corolario de tal aval. Ambas resoluciones fueron aceptadas con aclamaciones; sin embargo, nada más que un cambio de nombre del partido tuvo lugar. El Partido Comunista seguía empeñado en el programa democrático revolucionario del fenecido Partido Socialista.16Quedó así desarmada la temida oposición de los “reformistas oportunistas y pequeño burgueses”. Un mensaje del Secretario de la Internacional Comunista fue el punto culminante de la Conferencia. Había sido redactado por Borodin y consultado conmigo. Bosquejaba la política comunista de respaldar la lucha antiimperialista de los pueblos sometidos y oprimidos. La política estaba elaborada con las Tesis El PSM no desapareció.