Bourgeoisie

M. N. Roy, “Un visitante misterioso”, Memoirs, Delhi, Ajanta, 1984 (orig. 1964), cap. 24.
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un hombre que parecía ser un burgués en toda la línea. Nuevamente pareció leer mis pensamientos y me dio una nueva sorpresa: no sabía cuándo sería construido el nuevo orden, si es que llegaba a serlo alguna vez. Mientras tanto, era cuestión de gusto.
Me pidió disculpas por haberme ofrecido esa silla, que debía estar infectada de insectos. Yo empecé a sentirlos caminar por todo mi cuerpo, cosa desde luego puramente imaginaria. Pero no era fácil librarse de la incomodidad de la silla.
El Sr. Brantwein sonrió y esto ayudó. El hielo estaba roto y empezamos a conversar más seriamente y más a gusto.
¿Por qué quería él verme? ¿Qué era lo que lo había traído a México? ¿Me conocía antes de llegar? Él esquivó mis preguntas directas y sugirió que postergáramos las conversaciones de negocios hasta que él viera cómo estaba el suelo bajo sus pies en este país extraño. ¿Y qué quería que hiciera yo por él mientras tanto? La respuesta fue franca y desarmante:
“Oh, que seamos amigos. Me siento terriblemente solo y tengo algunas dificultades”. Le propuse que saliéramos juntos a cenar. Se alegró: “Es una idea excelente, no hay nada como una buena comida". ¿Podríamos ir al restaurante italiano donde había estado él la noche anterior con un amigo mío?
No, no le gustaba el lugar, aunque la comida y la bebida eran buenas. Demasiados hombres de cabello largo; detestaba a los bohemios. Resolvimos ir a un lugar más convencional, de estilo francés. Él hubiera preferido uno alemán, pero no había. El Sr. Brantwein desapareció nuevamente en su dormitorio, y esta vez permaneció allí más tiempo, presumiblemente completando su arreglo. Era un hombre de hábitos muy prolijos, ya había aprendido eso sobre él.
Mirando a mi alrededor en la sala mientras se encontraba ausente, encontré varios ejemplares de Gale's Magazine encima de una mesa. Yo conocía bastante bien esa revista y también a su editor, que era lo que los norteamericanos