BolshevismWorking Class

M. N. Roy, “Un visitante misterioso”, Memoirs, Delhi, Ajanta, 1984 (orig. 1964), cap. 24.
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manera. Debe haber tenido unos doce años más que yo, más bien robusto, pero no más alto que yo. Finalmente, soltando mi mano, colocó la suya sobre mi hombro y exclamó: “Es usted muy joven". Yo protesté: no era culpa mía. La respuesta fue halagadora: por el contrario, era un mérito; tendría mucho más tiempo para realizar mi sueño.
Otra sorpresa: un bolchevique que calificaba de sueño a la revolución. Él pareció leer en mi rostro el asombro porque sonrió con aire benévolo y me indicó que tomara asiento.
Observé otra cosa extraña en él: hablaba y se comportaba como una persona mucho mayor de lo que era en realidad.
¿Era una pose, o la huella dejada por las dificultades de la vida de un revolucionario? En todo caso, me disgustó la sensación de que había algo artificial en las maneras de aquel hombre, no deshonesto ni hipócrita, sino pomposo y teatral.
Aparentemente yo había llegado cuando se estaba vistiendo para cenar; la persona a la que había ordenado salir debía ser un valet provisional contratado junto con el cuarto, que para ser exactos era una serie de habitaciones. Después de instalarme en un sillón de resortes rotos y desgastada tapicería, el Sr. Brantwein se excusó, se retiró al dormitorio y regresó inmediatamente revestido de una deslumbrante bata de seda, que no hacía más que acentuar la devastada belleza de la otrora elegante sala. Si tan sólo el hombre se hubiera asemejado algo a los bolcheviques de la imaginación popular, se podía haber tomado el cuarto por una representación de Rusia después de la revolución, con el nuevo y tosco poder gobernando sobre las ruinas del antiguo régimen.
Hubo un incómodo momento de silencio. El Sr. Brantwein no se sentó, sino que paseaba por el cuarto, mentalmente agitado, supuse. ¿Pero por qué? De pronto se detuvo frente a mí y dijo con disgusto: “Es un lugar asqueroso, ¿verdad? Todas estas horrendas ruinas deben ser barridas por la imponente furia del proletariado”. Otra sorpresa: declaración tan apasionada de